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Actualizado: 25 de junio de 2025
Al volver a tener dinero, el señor de La Tour de Embleuse había levantado de nuevo su crédito. La hermosa enemiga de la familia no tenía más que al duque en su poder; juró hacerle perder la cabeza, y lo consiguió.
El día en que le escribieron a la duquesa de La Tour de Embleuse, para comunicarle la salvación de su hija, cada uno quiso ponerle algo en la carta a la venturosa madre, y la pluma fue pasando de mano en mano. Esta carta llegó a París el 22 de septiembre, dos días después del eclipse del anciano duque.
Y no es que ignorase el estado de su fortuna, pero contaba con el juego para repararla. Los hombres a quienes el bien ha venido durmiendo se habitúan a una confianza ilimitada en el destino. El señor de La Tour de Embleuse era dichoso como el que toma las cartas en sus manos por primera vez.
Estoy dispuesta a todo, menos a morir. Yo no le pido nada; no quiero nada; no espero nada. ¿Entonces qué ha venido a hacer usted aquí?... ¡Dios mío! ¡Me creía usted enferma y esperaba encontrarme muerta! Estaba en mi derecho. Pero he debido tomar informes respecto a su familia: ¡los La Tour de Embleuse no han pagado nunca sus deudas!
Un vestido se toma a crédito, pero los remiendos se pagan al contado. Algunas veces es más fácil comprar un reloj que una col. La duquesa disponía de un resto de crédito que cultivaba con un cuidado religioso, pero, en cuanto al dinero, no sabía cómo procurárselo. El duque de La Tour de Embleuse ya no tenía amigos: los había gastado como el resto de su fortuna.
Lo mejor era ver las cartas de la propia Germana; el duque no dejaría de satisfacer su siniestra curiosidad. El señor de La Tour de Embleuse era presa de una de esas pasiones finales que acaban con el cuerpo y el alma de los viejos. Todos los vicios que le dominaban desde medio siglo antes, habían abdicado en provecho de un solo amor.
Aprécieme si puede, compadézcame si quiere, no me maldiga, ocurra lo que ocurra, y si en el próximo correo recibe un sobre orlado de negro, hágame el honor de creer firmemente que no tengo ningún derecho a su reconocimiento. »Beso la mano más linda de París. La condesa viuda de Villanera a la señora de La Tour de Embleuse. «Villa Dandolo, 2 mayo 1853.
Los mangos de los cuchillos provenían de un servicio encargado a Sajonia por Luis XV. Si el señor Le Bris hubiese gustado de las antítesis, habría podido hacer una comparación muy interesante entre el mobiliario de la señora Chermidy y el de la duquesa de La Tour de Embleuse.
»El señor duque de La Tour de Embleuse, que me hace algunos días el honor de comer en mi casa, me ha rogado que buscase otro criado para su hija. Yo había tomado apresuradamente mis informes sobre el primero que le envié, pero después me han dicho que es un sujeto de malos antecedentes. Echelo usted lo más pronto posible, o quédeselo bajo su responsabilidad hasta la llegada del substituto.
Todos los que quedaban en el salón se reunieron a su alrededor y se dispusieron a escuchar. El duque de La Tour de Embleuse se colocó tranquilamente al lado de la chimenea sin sospechar que asistía al asesinato de su hija. Las gentes de mundo tienen una curiosidad de gourmet y los pequeños misterios del crimen son un plato de exquisito gusto para los espíritus estragados.
Palabra del Dia
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