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Todo viene sufriendo sensibles evoluciones, no solo á virtud de las nuevas costumbres que lleva el europeo que se radica en aquellas comarcas, si que también por el gran número de sus hijos que son mandados á educar á los grandes centros de la civilización, quienes al retornar á sus hogares importan en ellos refinamientos completamente desconocidos.

Traté de hacerle comprender la vida de estudio y de trabajo que hace Lacante, sus relaciones con escritores y sabios, su casa sin mujer y lo difícil que le hubiera sido tener a su lado y educar a una niña. Le pinté además sus ataques de gota que le entregan a los cuidados mercenarios de una criada. La muchacha se conmovió. Yo sería de buena gana su sirviente exclamó con pasión.

Dolly Winthrop le decía entonces que los castigos le harían bien a Eppie, y que no era posible educar una criatura si ciertas partes blandas y que no corren ningún riesgo por esto, no le escocían de cuando en cuando. Además, podríais hacer otra cosa, maese Marner agregó Dolly con aire pensativo , y sería encerrarla alguna vez en la carbonera.

Alégrate, Beppa; otra vez a cantar, correremos el mundo; jamás volverás a este rincón de todos, donde he querido educar niños. ¡A vivir! ¡A tratar a puntapiés al hombre! ¡así! ¡así! ¡como el peor de los animales! Me río al pensar en mi estupidez; ¡qué locura, creer en ciertas cosas! ¡Ja, ja, ja! Y desde la plaza se oyeron las carcajadas.

Acaso ha sabido el duque de Lerma que su hijo se valía de ti para educar al niño príncipe, como, siendo aún más pequeño, se valió para ello de la Angélica el conde de Lemos, su sobrino, y habrá dicho: puesto que esa hermosa doña Ana servía para hacer adquirir al joven príncipe malas costumbres, puede servir también para corromper las del rey y extraviarle. Acaso, acaso dijo doña Ana.

Si reflexionas un poco en lo frívolos que hasta ahora han sido nuestros amores y en los pecados que constantemente cometemos, no podrás menos de convenir conmigo en que dos muchachos tan desprovistos de gravedad y sólida virtud no están facultados por Dios para educar y dirigir una familia.

¿Pues qué no había más que educar un hijo en las más sanas y virtuosas creencias y hacer de él un personaje, para que después llegase una correntona peor mil veces que las que por dinero hacen porquerías en un callejón para llevársele con sus manos sucias? ¿Qué había creído la hija del descamisado?... ¡Rabia! ¡Palidece de pena, al ver que se te va para siempre!

Y por último, los otros criados de comedor, aunque eran negros, servían con primor en los banquetes, y todos se habían acostumbrado a llevar zapatos de continuo, y a no ir descalzos de pie y pierna, según la común usanza de entonces. El benéfico prurito de educar y de corregir que había en el alma de Rafaela, llegó a tener influjo hasta en su confesor y director espiritual el Padre García.

Pero si alguna madre debió sentir en aquellos momentos críticos mortales angustias, es aquella que, como la señora de Latour-Mesnil, había tenido la virtud de educar bien a su hija; aquella en que, modelando con sus manos puras a aquella joven había conseguido pulir, purificar y espiritualizar sus instintos.

Hay, por consiguiente, que aprender a mirar, y que educar y fortificar el estómago antes de colarse ahí con la posible seguridad de que no se nos gato por liebre a lo mejor del cuento...» ¿Estás ?