Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 24 de mayo de 2025
¿Caíste herido alguna vez? Sí, señora; una vez, en Navarra, me pasó una bala de un lado á otro; me entró por aquí, salva sea la parte, y me salió por aquí. Poco faltó para que me echasen la tierra encima. En Cuba, un negro, mas negro que las tinieblas, grande como un castaño, me descargó un machetazo en un hombro, que á poco me parte en dos. Sin embargo, me curé más fácilmente que del balazo.
Pasó la media noche, que la midió por las estrellas el cura; tendía los ojos por todo el mar que desde allí se parecía, y no había nube que con la luz de la luna se pareciese, que no pensase sino que fuesen los bajeles turquescos; y, aguijando a las campanas, comenzó a repicallas tan apriesa y tan recio, que todos aquellos valles y todas aquellas riberas retumbaban, a cuyo son los atajadores de aquellas marinas se juntaron y las corrieron todas; pero no aprovechó su diligencia para que los bajeles no llegasen a la ribera y echasen la gente en tierra.
Tratándose un día á la tabla del Maestre de Malta que había poca gente para jornada, por la mucha que había muerto, dejistes: que cuando se determinasen todos á no ir, vos solo iríades con la galeota de Estait á tomar á Trípol, y que os echasen con una fragata en Berbería, que con una espada y una rodela la conquistaríades toda, diciendo que eran cobardes y hombres nacidos en hora menguada los que ponían dificultad á la ida.
Disparar contra una plaza durante algunos meses cañonazos y más cañonazos, meter dentro de ella granadas como cabezas y permanecer tan sosegada, durmiendo a pierna suelta como si le echasen bolitas de papel. Cuando el general le soltaba algún requiebro a quemarropa, Mariana sonreía bondadosamente. Cállese usted, pícaro. ¡Buen pez debió usted de haber sido en sus buenos tiempos!
43 Mas el centurión, queriendo salvar a Pablo, estorbó este acuerdo, y mandó que los que pudiesen nadar, se echasen los primeros, y saliesen a tierra; 44 y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. 3 Entonces Pablo habiendo recogido algunos sarmientos, y puéstolos en el fuego, una víbora, huyendo del calor, le acometió a la mano.
Era el terror de los siglos de Inquisición que aún vivía en aquel pequeño mundo paralizado. El perrero era el único que no mostraba miedo y hablaba en público del cabildo y del cardenal. ¡A él qué...! Casi deseaba que lo echasen de «aquella cueva», para dedicarse a su afición favorita, volviendo a la plaza de Toros sin protesta de la familia.
Freya le conocía todo un botiquín portátil lleno de anestésicos y venenos. Además, lleva encima un saquito repleto de ciertos polvos de su invención: tabaco, pimienta... ¡demonios! El que los recibe en los ojos queda ciego. Es como si le echasen llamas. Ella era menos complicada en sus medios de defensa.
Palabra del Dia
Otros Mirando