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Actualizado: 13 de noviembre de 2025


»Respondí, pues, lo menos que pude; pero aun así, estuve dura con ella. »Continuó la entrevista un buen rato todavía, hasta que me dijo: » No puedo más, hija mía. El hablar me fatiga mucho, como ves, y las molestias y los dolores se me agravan.

La dura necesidad de ganarse el pan con el trabajo físico, hacía del vigor un culto, convertía en diversión los alardes de resistencia de los más fuertes, admiraba como héroes á los grandes partidores de leña ó á los expertos barrenadores, y para dar carácter de fiesta á todos los esfuerzos del músculo en el diario trabajo, asociaba á sus juegos al buey, manso y sufrido compañero de la miseria campestre.

Su aspiracion prosáica me trae á la memoria en este momento los versos de un poeta español del siglo pasado: Dura resolucion desesperada Labrarse un molde en qué vaciar la vida, Sin que se altere de la estampa nada.

A sola la luna honran con título de madre pero sin darla culto, y cuando se eclipsa, salen con grandes gritos y aspavientos disparando al aire una gran tempestad de flechas para defenderla contra los perros que dicen que allá en el cielo andan tras ella y la muerden hasta que la hacen derramar sangre de todo el cuerpo, que á su juicio es la causa del eclipse; y todo el tiempo que éste dura, permanecen ellos en esta función hasta que vuelve á su resplandor y estado antiguo.

Lubimoff ve en su memoria el corto y agitado período después de su llegada á París: su ingreso en la Legión extranjera, el grado de subteniente concedido al antiguo capitán de la Guardia imperial, su ida al frente después de haber distribuído y colocado el millón y medio producto de la venta de Villa-Sirena, la dura vida de campaña, los combates, la muerte acompañando con una generosidad lúgubre los avances de la ofensiva triunfal.

Dura muy poco: es fuego que llamea con extraordinaria rapidez y en seguida se extingue. Subsistirá, creo, algunos años todavía, hasta que se desvanezca la ilusión cuando pase la juventud y vea yo claro que es cosa de acabar de una vez con tales engaños.

Para poder verlo desde el sitio en que se encontraba, tuvo que aproximarse a Melchor hasta rozarlo casi con su cuerpo llevándole, por un instante, mezclado al olor a campo, la dura sensación de aquel contacto. ¿Y qué milagro?... ¿Don Melchor... le cebaré un matesito?

De primer orden; madera blanca sonrosada con manchas rojizas muy finas y muy abundante en Mindoro, muy apreciada como madera de sierra en construcción civil ó naval. Nipa. Pagatpat. De segundo orden. Crece en las orillas del mar, en los ríos, y sobre todo, en el mangle; su madera es muy dura, pero esponjosa y de poco peso, y se emplea en las obras hidráulicas. Palo María.

El fué quien tuvo tal confianza en su fuerza y en su ánimo, en el vigor de su brazo, en la aspereza del golpe, en la pesadez del arpón: él quien creyó poder atravesar la piel y la muralla de grasa, la dura carne del animal.

Se ha criado sola, en un solo cabo: con un padre que es más blando que una paloma, a pesar de tener la corteza algo dura, como buen catalán y marinero. Pero Momo no puede sufrir a Marisalada desde que dio en llamarle romo a causa de serlo.

Palabra del Dia

vengado

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