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Actualizado: 17 de julio de 2025


Ana tuvo aprensión de que olía a incienso el blanquísimo gato; de todas maneras, parecía un símbolo de la devoción doméstica de doña Petronila.

Elena, animada por la facilidad con que podía apagarse y encenderse este fogón, quiso intervenir en los preparativos culinarios. Pero hubo de resignarse igualmente á reconocer la superioridad de la doméstica cobriza, riendo al fin de su ineptitud para los trabajos domésticos.

En casa la hablaba y la mimaba: cuando salía á dar algún corto paseo por el contorno la invitaba para que le acompañase, aunque tuviese que abandonar alguna faena doméstica, le mostraba sus haciendas y comunicaba con ella sus planes de reforma. Nada de esto escapaba al ojo avizor de los campesinos que al paso de ellos se dirigían miradas y sonrisas de inteligencia.

No le ocultaré, gentleman, que recientemente se nota cierta transformación en los hombres. Hay una juventud masculina que se burla de la mansedumbre de sus padres, de su falta de aspiraciones, de su esclavitud doméstica. Estos muchachos pretenden ir solos por las calles y miran á las mujeres audazmente, sin bajar los ojos ni cubrirse con el manto. Carecen de recato y de modestia.

Yo dije que, según Petrona y según todo el mundo, inclusive yo misma, partícula diminuta del universo, pero con derecho opinante que un grillo es un grillo y se le oye el hombre señalado para la cartera de Agricultura por todo el mundo, incluídos los grillos, era Eleuterio, el marido de mi amiga, notable cultor de las ciencias agrarias y especialista, sobre todo, en el mejor aprovechamiento del maíz, que debe, según su doctrina, trasformarse en carne, sirviendo para ello de agente digestivo cierta especie de la fauna doméstica, cuyo nombre no debe estamparse en esta página dedicada a la elegancia.

Sentíase orgullosa de su pelo blanco, duro y abundante. Admiró al otro lado de la verja el pequeño hotel rodeado de árboles. ¡Lo que una mujer puede ganar con sus pies!... Pero la proximidad de una jovenzuela con delantal y gorro blancos no le permitió continuar su examen. Esta doméstica elegante avanzaba atraída por el llamamiento del timbre.

Uno de los argumentos que empleaban los que defendían la honradez del Provisor, consistía en recordar la modestia de su ajuar y de su vida doméstica. Justamente se había hablado de esto la tarde anterior en el Espolón, en un corrillo de murmuradores, clérigos unos, seglares otros.

Como después del casamiento de Obdulia y Antoñito habían sido vendidas las camas de estos, surgió un conflicto de instalación doméstica, que Nina resolvió proponiendo armar su cama en el cuartito del comedor, para colocar en ella al pobre enfermo. Ella dormiría en un jergón sobre la estera, y ya verían, ya verían si era posible arrancar al cuitado viejo de las uñas de la muerte.

¿Y á qué has llevado á la cocina á ese tunante de Aldaba? dijo el cocinero, que ante todo quería conservar delante de aquel extraño su autoridad doméstica. Como tienes tan buen corazón, y el pobre vino llorando... Bien, bien dijo Montiño ; todo está muy bien: haces lo que quieres, porque yo te quiero. ¿Dónde están esos? En el cuarto de adentro. Pasó Montiño y el inflexible alguacil tras él.

Desde la restauración de su legalidad doméstica había abandonalo por completo las lecturas filosóficas, reverdeciendo en su alma el mal curado dolor de su afrenta y los odios vengativos.

Palabra del Dia

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