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Actualizado: 15 de mayo de 2025
No habían pasado diez minutos, cuando sintió fuertes campanillazos en el piso de abajo, y después la voz de Salomé unida á otras voces de hombre, entre las cuales creyó reconocer alguna. Levantóse y se asomó á la escalera. Eran cuatro personas que le buscaban, y la dama las dirigía al piso alto con muy mal humor. El joven reconoció entre aquéllos á su amigo Alfonso y al Doctrino.
Bien comprendía el novio que le tocaba decir algo, mostrarse afectuoso, compartir aquel primer dolor, ponerle término; mas hay en la vida situaciones especiales, casos en que no tropieza ni se embaraza la gente sencilla, y en que acaso el hombre de mundo y experiencia se convierte en doctrino.
Era hijo natural de un vidriero, que le reconoció al morir, dejándole pequeña fortuna; pero los albaceas testamentarios, á quienes el difunto dió amplios poderes, hicieron un inventario, del cual resultaba que el vidriero no había dejado en el mundo cosa alguna de valor. El Doctrino les pedía dinero, y ellos le solían decir: "Tome usted para un semestre." Y le daban una onza.
Estaba ya en autos con el Doctrino; ambos servían á Coletilla mediante respetables sumas y la promesa, solemnemente asegurada, de un destino en las Intendencias de Cuba ó Filipinas. Otros muchos entraban en el infame complot, y entre ellos una gran parte sin interés, guiados sólo por patriotismo mal entendido, por la ignorancia ó la ambición. Estos eran los más desdichados.
Ya le tenemos sentado sobre la mesa, con el manuscrito en la mano y alumbrado por el candilejo. El Doctrino y Javier se disputaban la causa con nuevo furor, y Lázaro, que estaba sentado en la silla, había cedido al cansancio, y apoyado en la misma cama, esperaba la primera escena de los Gracos.
¿Qué ha de ser sino la procesión? dijo el Doctrino. Lázaro se levantó dolorido, porque con la molesta posición que en el sueño tomó, parecía que se le había roto el espinazo. Abrieron el balcón y miraron. Doña Leoncia entró en el cuarto del poeta dando alaridos y manoteando.
¡Oh, si! ya lo supongo dijo Lázaro, procurando quitarse de encima el peso de aquel brazo, que le hundía de la manera más despótica. Quédese usted tranquilo. ¿Va usted á alguna comisión del Doctrino ó de Lobo? No; voy á un asunto. Esta no es noche de asuntos. Buenas noches dijo Lázaro apartándose.
Pues busque usted al Doctrino, que debe estar allá por Lavapiés, y le dirá lo que tiene que hacer; porque supongo, amigo, que usted no querrá quedarse atrás. ¡Fuera miedo! Yo sé que la primera vez esto es algo imponente, sobre todo para el que nunca ha oído tiros. Pero, en fin, teniendo ánimo....
Vaya usted en busca del Doctrino y le designará su puesto. Yo creo que hasta estará mal visto que usted no figure en este asunto, después de haber pronunciado el discurso que oímos anoche. ¡Qué discurso, amigo! Es usted un gran orador. Si viera usted cuánto gustó: está la gente entusiasmada.
En vez de decirle: «Porque yo la adoro a usted, y sería para mí una horrible desgracia esa renovación que me arranca toda esperanza de ser algún día amado por usted», comencé a balbucir como un doctrino, concluyendo por decir una sarta de necedades que sólo al recordarlas me pongo colorado.
Palabra del Dia
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