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Todos marchaban perezosamente, con la boca entreabierta, gozando, sin darse cuenta, del cambio favorable que la noche había experimentado. De pronto, al salvar una de las numerosas revueltas de la carretera, en el sitio más fragoso de la divisoria, oyose el disparo de un fusil. Un soldado vino a tierra. Casi al mismo tiempo el grito formidable de ¡Viva Carlos Séptimo! fue lanzado al espacio.

Estuvo un cuarto de hora, y después se encaminó hacia el río, y apoyándose en una piedra de la orilla, dijo: «Aquí está». No acababa de decir esto cuando van Stein le disparó un pistoletazo a boca de jarro y lo dejó muerto. Smiles y yo echamos a correr, temiendo que siguieran con nosotros.

Un cuadro al óleo y algunos frescos relativos á la muerte de Gessler y á los hechos de Guillermo, son todo lo que hay interesante. Fué allí donde Guillermo, despues de su escapada en el lago de Urí, esperó á Gessler, oculto en el bosque, y le disparó la flecha certera que libró á la patria de su tirano.

Los ingleses, validos de la obscuridad de la noche, dispusieron que el navío Soberbio, el más ligero de los que traían, apagara sus luces y se colocara entre nuestros dos hermosos barcos. Así lo hizo: disparó sus dos andanadas, puso su aparejo en facha con mucha presteza, orzando al mismo tiempo para librarse de la contestación.

Como estaba desarmado, echó a correr en dirección a esta casa, pero sonó un disparo, le atravesaron un brazo y cuando llegó aquí estaba a punto de caer desvanecido. Hizo Sarto una pausa y continuó: Esa bala, joven, le estaba destinada a usted. Es muy probable dije. Primera sangre a favor de Miguel. Quisiera saber cuál de los dos tríos es el autor de esa hazaña dijo Tarlein.

Vi un fogonazo y la explosión de un disparo me detuvo. Un cazador salió de su escondite, bajó hacia la marisma y el chapotear de sus pies en el agua; otro le habló. En aquel cambio de palabras breves y pronunciadas en voz baja, pero que la noche hacía muy claras, distinguí un timbre de voz que me impresionó. ¡Andrés! grité. Hubo un momento de silencio. ¡Andrés! grité de nuevo.

Cornelio se apresuró a recoger la presa, examinándola con curiosa atención, mientras Van-Horn, que pensaba más en la carne que en las plumas, encendía una alegre hoguera. El papú, que parecía contentísimo del resultado de aquel doble disparo, se puso a desplumar delicadamente una de las aves, amontonando con gran cuidado las hermosas plumas.

La cavidad llena de aire, flotante y ligera, iba á convertirse en un ataúd de agua y plomo, yéndose á fondo. El cañón de popa lanzó el primer disparo. A Ferragut le pareció irónico su estampido. Nadie como él se daba cuenta del estado del buque. ¡A los botes! gritó . ¡Todo el mundo á los botes!

En aquel trance se arrodillaron los hermanos clamando al Cristo: «¡Socorro, SeñorEl desalmado disparó el trabuco, pero quien quedó alma del otro mundo fue él mismo, porque quiso Dios que en las manos se le reventase el trabuco. ¡Y el trabuquillo era flojo en gracia de Dios!

Pero al mismo tiempo el teniente, que había arrebatado el fusil a uno de los soldados, disparó sobre don César y le volcó. Basta, muchachos..., volveos..., ya cayó el milano tornó a gritar con acento de triunfo. ¡No tiene más que una pata herida!... ¡Todavía le queda el pico! repuso el cabecilla con voz ronca.