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Actualizado: 22 de junio de 2025


«Pero a aquel hombre se le podía perdonar todo. ¡Qué tacto! ¡qué prudencia! ¡qué discreción!». «Entre monjas podría vivir este hombre sin que hubiera miedo de un escándalo». A Paco, a su adorado Paco, le había puesto cien veces por modelo la habilidad y el sigilo de Mesía al sorprender al hijo de sus entrañas en brazos de alguna costurera, planchadora o doncella de la casa.

El alcohol y las atroces caídas en el redondel le mantenían en perpetuo aturdimiento, como si la cabeza le zumbase, no permitiéndole mas que lentas palabras y una visión turbia de las cosas. Ordenó también al Nacional que fuese con ellos: uno más, y de discreción a toda prueba. El banderillero obedeció por subordinación, pero rezongando al saber que iba con ellos doña Sol.

Valgan como ejemplo la famosa Sibila Eritrea y más aun la linda hija de un honrado lucumon etrusco que vino acompañándola. Ella cautivó de tal suerte con su gentil presencia y con su mucha discreción a nuestros antepasados, que consiguió la dotasen de pasmosa sabiduría.

Si esta reserva ha tenido por objeto, como lo creo, dar tono á mi propia discreción, la señorita se tomaba un inútil trabajo. Sea lo que sea, el señor de Bevallan, al oir este relato, nos aturdió con sus gritos de desesperación. ¡Cómo! ¡la señorita Margarita había sufrido aquellas tan largas ansiedades!

Antes de partir recomendé de nuevo á la discreción de la señorita de Porhoet el secreto que me había visto obligado á confiarle. Me respondió de una manera un poco evasiva: que podía estar tranquilo, que ella sabría velar por mi reposo y mi dignidad.

Esto fue lo primero que preguntaron a Judit, con el propósito de hacerla hablar; pero todo fue en vano: Judit observó una discreción impenetrable, por la sencilla razón de que ella misma lo ignoraba.

Tenía mucho gusto, sentía infinito, en el timbre había una extraña pastosidad voluptuosa, que era lo que llamaba Bonis voz de madre; , hablaba aquel timbre de salud, de honradez, de discreción femenina, de dulzura doméstica; pero... era poca voz para los grandes teatros.

Pero al ver próxima la muerte y oír los consejos de su hermana, que después de muchos años de ausencia se decidía a entrar en su casa, quiso «dar buen ejemplo», irse del mundo con la discreción que convenía a su rango.

Detrás de su profesión de fe humanitaria, de su predicación de la justicia, de la igualdad, del amor, debía ocultar un egoísmo escéptico, bajos apetitos, intenciones malsanas, puesto que había sido capaz de reducir a semejante tormento a un ser que se le había rendido a discreción.

Así conoció doña Luz que el P. Enrique, a más de ser valiente hasta el heroísmo, y entusiasta y fervoroso en todos sus actos y misiones apostólicas, era sujeto de claro ingenio y de singular discreción y prudencia.

Palabra del Dia

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