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Se adelantó entonces Tiburcio, y, sirviendo de intérprete, en vulgar dialecto indostaní, preguntó al viejo quién era él y en qué país se hallaban ellos. El viejo contestó al punto en un idioma de cuyos vocablos no sabían uno siquiera ni Tiburcio, ni Morsamor, ni ninguno de los que iban acompañándolos. Pero esto fue lo más raro y maravilloso.

Homero y Hesiodo, su contemporáneo, que ennoblecieron el dialecto jónico, reasumieron en sus poemas toda la civilizacion de un mundo, concretaron todo un ciclo histórico, y ensanchando los límites del corazon y de la intelijencia, pusieron al hombre en relacion con todos los objetos de la naturaleza de que estaba rodeado.

No en todas las regiones que formaban antes el inmenso imperio español se halla a mano para desechar el habla de Castilla otra lengua viva aún, o algún dialecto que la reemplace, como sucede en Cataluña y en Galicia. Los andaluces, pongamos por caso, nos veríamos algo apurados si intentásemos descastellanizarnos.

Enarcamiento de cejas, mirada entre apática y curiosa, respuesta ambigua en dialecto: La carrerita de un can.... ¡Estamos frescos!, pensó el viajero, que si no acertaba a calcular lo que anda un can en una carrera, barruntaba que debe ser bastante para un caballo. En fin, en llegando al crucero vería los Pazos de Ulloa..... Todo se le volvía buscar el atajo, a la derecha..... Ni señales.

En efecto, abajo está la poblacion brabantino-flamenca, y no se oye entre la muchedumbre y aún la clase média sino el acento áspero del flamenco modificado, que llaman el dialecto de Brusélas, ó se habla muy poco frances relativamente.

Empezaron a aprender español en el dialecto del país, oscuro y corrompido; todo su espiritualismo se iba embotando, y por más que procuraban mantener el fuego sagrado de la idealidad a fuerza de sonatas clásicas, tocadas por Marta en un piano de cola, y a fuerza de libros y periódicos ilustrados que su padre hacía traer de Alemania, ello era que el medio ambiente les invadía y transformaba; el desdén con que al principio miraron y trataron a la gente tosca, en medio de la que tenían que vivir, se fue cambiando insensiblemente en curiosidad; llegó a ser interés, imitación, emulación, y el orgullo ya no consistió en despreciar, sino en deslumbrar.

La palabra foro le sonaba a griego; aparcería..., laudemio..., retracto..., y después otras cien palabras del Derecho civil, más las propias del dialecto jurídico de aquella tierra, pasaron por sus oídos como sonidos vanos. No se enteraba de nada. Comprendía vagamente que se le engañaba y se le quería aturdir y humillar.

Idaya, dice Blumentritt, que es el nombre de un dialecto de negritos de Kagayan; sín embargo, no es sino una variante de Iraya con que se denomina una tribu de salvajes, al parecer mestizos de negritos y malayos, que habitan al sur de los Kalataganes en el lado occidental de la cordillera de Palawan.

A mi ver esto no imprime esencial carácter al diálogo, ni le hace más ameno y chistoso, y propende, en cambio, a crear un nuevo dialecto, o más bien una lengua bárbara e informe. Cervantes hace hablar a la gente más ruin de Andalucía sin marcar lo vicioso de la pronunciación en la escritura. Estébanez Calderón sigue su ejemplo y no por eso podrá dudar nadie de que sean andaluces Pulpete y Balveja.

Este pueblo del Norte, en su larga peregrinación por las diversas provincias del imperio romano, debió familiarizarse con el idioma, que los vencidos hablaron luego en España en la época de su sujeción: sus legisladores y escritores emplearon siempre la latina, con exclusión de cualquiera otra, mientras el pueblo comenzó á formar poco á poco una mezcla de abundantes elementos latinos gramaticales, aunque degenerados, y de sintaxis más sencilla; y si el drama, como sucede de ordinario, aspiraba á impresionar á la muchedumbre, debió servirse principalmente del dialecto comprensible á todos, que venía á ser un compuesto informe del latín y del naciente romance.