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Actualizado: 17 de julio de 2025
Y cuando Reyes iba a pedir permiso a su mujer para retirarse también a su cuarto, a Emma se la ocurrió hacer uso... de lo que en las relaciones de aquel matrimonio podía llamarse la regia prerrogativa. Mira, Bonis, yo no tengo sueño; el ruido de la música me ha puesto la cabeza como un bombo... voy a estar desvelada; y sola y despierta y nerviosa, tendré miedo.
Por fin se quedaron solos los de casa. Don Baldomero y Barbarita besaron a sus hijos y se fueron a acostar. Esto mismo hicieron Jacinta y su marido. Escenas de la vida íntima i A poco de acostarse notó Jacinta que su marido dormía profundamente. Observábale desvelada, tendiendo una mirada tenaz de cama a cama.
Porque ¿quién le dice a esta.... 'Mira, sí, huelo a polvos de arroz, pero es porque... me abrazó y me besó... ¡el tenor de la Compañía italiana!?». Hueles a polvos de arroz dijo por tercera vez la esposa desvelada. Y con gran sorpresa del marido, un brazo que salió de entre la ropa del lecho no se alargó en ademán agresivo, sino que suavemente rodeó la cabeza de Bonis y la oprimió sin ira.
Mucho le daba qué pensar el singular estado en que su amiga se había puesto, y esperaba que le pasaría pronto, como otros toques semejantes aunque de diverso carácter. Largo tiempo estuvo desvelada, pensando en aquello y en otras cosas, y a eso de las doce, cuando en el dormitorio y en la casa toda reinaban el silencio y la paz, notó que Mauricia se levantaba.
Fortunata pensó que, en efecto, se había atufado, pero no con brasero. Cediendo a los ruegos de su marido y de doña Lupe, se acostó, y a prima noche estaba más tranquila, desvelada, sin ningún apetito, oyendo con desagrado el ruido de los platos y cucharas que del comedor venía a la hora de cenar.
Don Pascual vino y don Paco se lo contó todo. No le dio ninguna comisión ni embajada para Juanita; pero don Pascual, por una benévola usurpación de atribuciones y de empleo, se declaró él mismo y se nombró embajador, se fue a ver a Juanita que, desvelada y triste, se acababa de levantar y le refirió con fidelidad minuciosa los furores y penas de don Paco, sus celos, su desesperación, sus propósitos de suicidio o de extrañamiento perpetuo, y, por último, el combate de la casilla, el delito de Antoñuelo, los golpes que éste había recibido, así como su vuelta y la de don Paco a Villalegre.
El ruido ininteligente del tumulto sólo sirve para mantener en su conciencia desvelada el pensamiento de su cautividad. Existen ya, en nuestra América latina, ciudades cuya grandeza material y cuya suma de civilización aparente las acercan con acelerado paso a participar del primer rango en el mundo.
Palabra del Dia
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