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Actualizado: 2 de julio de 2025
Así que, señor mío, vuestra bondad vuelva la honra al padre que me engendró, y téngale por hombre advertido y prudente, pues con su ciencia halló camino tan fácil y tan verdadero para remediar mi desgracia; que yo creo que si por vos, señor, no fuera, jamás acertara a tener la ventura que tengo; y en esto digo tanta verdad como son buenos testigos della los más destos señores que están presentes.
Que de tal modo la fatal estrella, Influye destos tristes, que no puedo Dar felice despacho á tu querella. Del querer de los hados solo un dedo, No me puedo apartar, ya tu lo sabes, Ellos han de acabar, y ha de ser cedo. Primero acabarás que los acabes, Le respondió madama, la que tiene De tantas voluntades puerta y llaves.
destos que dicen las gentes que a sus aventuras van. Salí de mi patria, empeñé mi hacienda, dejé mi regalo, y entreguéme en los brazos de la Fortuna, que me llevasen donde más fuese servida.
Los de capa y espada no desecha, Y destos zarandó dos mil y tantos, Que fue neguilla entonces la cosecha. Colabanse los buenos y los santos, Y quedabanse arriba los granzones, Mas duros en sus versos que los cantos. Y sin que les valiesen las razones, Que en su disculpa daban, daba luego Mercurio al mar con ellos á montones.
-Así es -dijo el mayordomo-. Vea vuestra merced, señor gobernador, qué es lo que se ha de hacer destos hombres.
Con esto se escapan de aquel primer ímpetu, y se reconcilian con la Iglesia, sin que se les haga daño; y, cuando veen la suya, se vuelven a Berbería a ser lo que antes eran. Otros hay que usan destos papeles, y los procuran, con buen intento, y se quedan en tierra de cristianos.
Un negocio se me ha ofrecido, que creo que me ha de poner en desgracia destos señores; pero, aunque se me da mucho, no se me da nada, pues, en fin en fin, tengo de cumplir antes con mi profesión que con su gusto, conforme a lo que suele decirse: amicus Plato, sed magis amica veritas. Dígote este latín porque me doy a entender que, después que eres gobernador, lo habrás aprendido.
Yo no sé como me avendré con ellos, Los puestos se lamentan, los no puestos Gritan, yo tiemblo destos y de aquellos. Tú, señor, que eres dios, dales los puestos Que piden sus ingenios: llama, y nombra Los que fueren mas habiles y prestos. Y porque el turbio miedo que me asombra, No me acabe, acabada esta contienda, Cubreme con tu manto y con tu sombra.
Sí, hijo, que sus tesoros Les crece nuestra desdicha. Hay quien á comprar acierte El niño y la madre juntos? O terribles tristes puntos, Mas amargos que la muerte! Sosegad, señora, el pecho, Que pues mi Dios lo ha ordenado Ponernos en este estado, El sabe por que lo ha hecho. Destos hijos tengo pena, Que no sé por donde han de ir. Señora, dexad cumplir Lo que el alto cielo ordena.
Y, pues no ha criado el cielo, ni visto el infierno, ninguno que me espante ni acobarde, ensilla, Sancho, a Rocinante, y apareja tu jumento y el palafrén de la reina, y despidámonos del castellano y destos señores, y vamos de aquí luego al punto.
Palabra del Dia
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