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Actualizado: 24 de junio de 2025


La miré largo rato a ojos descubiertos porque la veía muy bien, y porque cuando el hombre está así en tensión de aspirar fijamente un cuerpo hermoso, no recurre al arbitrio femenino de los anteojos. Comenzó el segundo acto. Volví aún la cabeza al palco, y nuestras miradas se cruzaron.

Como los enemigos iban trabajando en cavar y derribar los caballeros, íbamos por la parte de dentro cortándolos y fortificándonos lo mejor que podíamos. No se entendía en otro todas las noches, porque de día no se podía trabajar por estar, como estábamos, descubiertos.

Los pies estaban descubiertos; parecían haberse estirado en convulsiones contra la madera de la cama y después haber vuelto a caer sin fuerza.

Parecían obreros de una fábrica de metalurgia, fundidores y ajustadores, con pantalones y chalecos de pana. Llevaban los brazos descubiertos, y algunos, para marchar sobre el barro con mayor seguridad, calzaban zuecos de madera. Eran antiguos trabajadores del hierro incorporados por la movilización á la artillería de reserva.

Iban á prolongar su agonía, gracias á ellos, por unas horas. Tal vez si llegaban hasta el amanecer podrían ser descubiertos por algún buque. ¡Pero él!... De repente se acordó del Tritón... Su tío también había muerto en el mar: todos los más vigorosos de la familia venían á perderse en su seno. Durante siglos y siglos había sido la tumba de los Ferragut; por algo le llamaban «mar nuestro».

Iba á aprovecharse de todos los recodos del camino; de los altos en ciertos lugares descubiertos para columbrar el golfo fosforescente á través de la arboleda; de los largos espacios de sombra, cortada sólo de tarde en tarde por los reverberos públicos ó las linternas de carruajes y tranvías...

Huyeron los autores de él, procurando ocultarse; mas descubiertos y presos en la misma Sevilla, se les degradó públicamente y fueron después colgados de la horca de Buenavista, ante inmensa muchedumbre.

En nuestros días, los documentos descubiertos por diligentes investigadores en los archivos de Palacio y de Simancas, han demostrado con el seco lenguaje de los papeles oficinescos que los que otorgaron al Rey el papel de mecenas, incurrieron en gran exageración.

Asomaban caras curiosas, frentes guarnecidas de rizos, bocas de amarillos dientes descubiertos hasta la raíz por estúpido asombro, bustos envueltos en pañuelos de distintos colores; y más de cuatro andrajosos chiquillos saltaron detrás de Isidora para festejarla con gritos y cabriolas.

Provincias enteras había que tenían cuantiosos descubiertos de muchos años atrás. Los dignísimos Jefes de Hacienda habían depurado todos sus recursos y excitaciones cerca de sus subalternos, y el final era arrastres y más arrastres en los cierres de cuentas.

Palabra del Dia

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