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Actualizado: 25 de mayo de 2025
En la relacion citada del auto de fe hecho en Méjico el año de 1659 se lee: «Francisco Botello se hubo tan descaradamente en el tablado, que diciéndole uno de los confesores que pretendió convencerle del judaismo que mirase como verdaderamente era judío, pues su mujer estaba allí tambien penitenciada por ello, levantó los ojos para verla, con tan grande alegría i alborozo, como si fuera el dia de mayor contento para él que en su vida hubiese tenido, é hizo mucha diligencia para hablarla; pero no lo consiguió porque le descendieron dos gradas mas abajo.»
Pero mis oídos estaban más atentos a la plática del malagueño y la hermana, y observé con rabia que aquél la requebraba descaradamente con una volubilidad y una gracia que, lo confieso ingenuamente, estaba yo muy lejos de poseer.
Había leído muchas novelas y copiaba descaradamente los conceptos amatorios de más bulto: particularmente Jorge Sand, su novelista predilecto, le suministraba un cargamento de pensamientos, unas veces delicados, otras extravagantes, con que sazonar sus inconmensurables epístolas. Su puntillo consistía en escribirlas muy espirituales, plagadas de signos de admiración y puntos suspensivos.
Ya no temblaba delante de Magdalena, por lo menos de miedo como en otra época; me parecía que debía desaparecer toda irresolución desde que descaradamente iba en pos de la verdad. Tuve un momento de suprema angustia durante el cual la idea de acabar de una vez me asaltó de nuevo, como tentación más fuerte e irresistible que nunca.
No sé.... Es que a veces parece que me quedo así, sin sentido.... Es como si me arrancasen el estómago balbució. «Ciertos son los toros» pensó Pilar ; «¡bien madruga la bendición de Dios!» añadió para sí, descaradamente.
Contesté del mejor modo posible a todas las preguntas, diciendo acerca de mi amigo los detalles que conocía, inventando descaradamente los que ignoraba, y guardándome, sobre todo, de confesar que jamás había reparado en si cerraban bien sus ventanas, o de qué color era el papel de su cuarto. ¡El papel de su cuarto! Es azul, señora, azul pálido con guirnaldas.
Lo que doña Manuela callaba eran las sospechas vehementes de que su amiga explotaba sus apuros, guardándose los «picos» de las cantidades facilitadas por los prestamistas. La viuda tenía la altivez de los grandes señores que creen de buen tono dejarse robar descaradamente por sus criados.
Si la dignidad de varón no se lo impidiera, seguramente su primer acto aquella noche hubiera sido coger por el moño á doña Paz y hacerle inclinar la cabeza hasta el suelo. Lo urgente y decoroso era suspender relaciones con aquel hombre fanático, que le parecía más repugnante después que se reunía descaradamente con los jóvenes exaltados, y hasta llegaba á darse el título de liberal.
No me atreví á rehusar, pero muy pronto conocí por sus miradas y palabras que había hecho mal; quise tomar por el puente, me lo impidió descaradamente y después ¡Jesús me valga! no puedo pensar en sus soeces insultos sin estremecerme. ¡Cuánto os debo! Y cuando recuerdo que yo.... ¡Qué asco! ¿Qué es ello? preguntó Roger admirado.
Allá, en las intimidades secretas de su casa, cuando no había de trascender al público, escatimaba, regateaba, sustraía de una cuenta cualquier cantidad por insignificante que fuese; no tenía inconveniente en mentir descaradamente para escamotear a un comerciante algunas pesetas.
Palabra del Dia
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