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Actualizado: 29 de julio de 2025


En cuanto le ha visto, le ha adivinado el mal. Pero, claro, es un mal en que él no puede hacer nada. En los ojitos apagados de misía Melchora tiemblan dos lágrimas. ¿Y ella? preguntó. Pues ahí está el cuento. No le ha desairado del todo. Pero no le hace tanto caso como al principio. Ahora parece que le rehuye. ¿Qué pretenderá esa niña? No tiene en qué caerse muerta y...

Ya en la plaza, ya a la sombra de algunos álamos que están en el altozano, cerca de la iglesia, y donde se reúne y platica la gente moza, varios amigos y conocidos embromaron pesadamente a Antoñuelo por el papel desairado y ridículo que suponían que había hecho reverenciando, sirviendo y adorando casi como una deidad a una mozuela que le desdeñaba y que aceptaba, quién sabe hasta qué punto, los regalos y el amor de un rival dichoso.

Basta decir en elogio de la sancta simplicitas de esta señora, que en sus confesiones jamás tenía nada de qué acusarse, pues ni con el pensamiento había pecado nunca; mas como creyera que era muy desairado no ofrecer nada absolutamente ante el tribunal de la penitencia, revolvía su magín buscando algo que pudiera tener siquiera un tufillo de maldad, y se rebañaba la conciencia para sacar unas cosas tan sutiles y sin sustancia, que el capellán se reía para su sotana.

Me alegré de ver a Pepita tan gallarda a caballo; pero desde luego presentí y empezó a mortificarme el desairado papel que me tocaba hacer al lado de la robusta tía doña Casilda y del padre vicario, yendo nosotros a retaguardia, pacíficos y serenos como en coche, mientras que la lucida cabalgata caracolearía, correría, trotaría y haría mil evoluciones y escarceos.

Petra discurría perfectamente en estas materias, porque leía folletines, la colección de Las Novedades, que dejara en un desván doña Anuncia, y sabía quién desafía a quién, llegado el caso de descubrirse los amores de una señora casada. El que desafía es el marido, no un pretendiente desairado, y mucho menos siendo cura.

Las condiciones impuestas por la condesa eran un considerable aumento de sueldo para ella y la Secretaría particular de don Amadeo para Juanito Velarde, adorado amigo que a la sazón privaba. El encargo era fácil, dado el afán que de llenar aquel desairado cargo con un grande de España existía en la corte y en el Gobierno.

El aldeano se asomó a la caja de la escalera y gritó: Ángela, di a Rosa que venga en seguida... Está en la huerta escogiendo avellana... La fisonomía del indiano se nubló al pensar que iba a encontrarse frente a la joven. Por primera vez se le ocurrió que podía ser desairado. No tardó en presentarse Rosa. ¿Qué me quería, padre?

»El desairado llora en silencio su desaire, y el victorioso mozalbete goza sin reparo de las incomparables delicias que puede ofrecer aquel tesoro de hermosura.

Entre el tropezón, mi caída, el grito que y las voces de Rubín, se asustó el caballo de tal manera que salió á escape, perseguido por el paje. Antes de que pudiera levantarme á mi lado al desairado pretendiente, quien me anunció que estaba en sus tierras y me ofreció cortésmente acompañarme hasta su casa, donde podría esperar con comodidad el regreso del paje.

En una palabra, disgustado al verse desairado, fastidiado de los escrúpulos y objeciones que se le oponían sin cesar, y ocupado, a más, por otro lado más agradablemente, retirose a su tienda definitivamente, de donde su mujer ni aun intentó sacarle. Sería un error creer que porque una mujer renuncie al amor de su marido en particular, deje por eso de amar en general.

Palabra del Dia

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