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Actualizado: 29 de julio de 2025
Adelante, adelante dijo la duquesa, dando a entender que conocía a la persona en su modo de llamar, y con una viveza nueva a los ojos de María, se puso en pie y salió obsequiosamente al encuentro de aquella visita. Pero María se sorprendió todavía más al ver este nuevo personaje. Era una mujer fea, de unos cincuenta años de edad y de aspecto común. Su traje era tan basto como desairado y extraño.
Deslizándose suavemente llegó al borde, y vio allá sobre el fondo verdoso su imagen mezquina, con los ojuelos negros, la tez pecosa, la naricilla picuda, aunque no sin gracia, el cabello escaso y la movible fisonomía de pájaro. Alargó su cuerpo sobre el agua para verse el busto, y lo halló deplorablemente desairado.
El niño estaban tan mimado, que la fundadora del establecimiento tuvo que tomar cartas en el asunto, amonestando severamente a sus amigas y cerrándoles la puerta no pocas veces. En los últimos días de aquel infausto año, entráronle a Jacinta melancolías, y no era para menos, pues el desairado y risible desenlace de la novela Pitusiana hubiera abatido al más pintado.
El misterio que guarda siempre una embarcación que se divisa entre las sombras le hacía pensar vagamente en una celada tendida por algún amante ignorado y brutal que, temiendo ser desairado, quería arrebatarla por la fuerza de su casa, y arrastrarla a lejanas riberas donde pudiese satisfacer con ella sus bárbaros deseos.
El conde presentía algo grave debajo de aquella sonrisa enigmática, comprendía que estaba haciendo un papel desairado, que se estaban riendo de él y hacía esfuerzos heroicos para recobrar su sangre fría, sin conseguirlo.
¡Eh, señor! repitió tocándole tímidamente sobre el brazo ¿me quiere dejar mirar? El del anteojo sacó los ojos del vidrio, dio vuelta para ver quién le hablaba y contestó secamente: ¡No! El desairado trató de forjar una sonrisa para disimular.
Ni lo pretendo, ni me importa tu fraternidad replicó Salvador devolviéndole su desvío . No necesito de ti para nada. Sólo he querido que sepas cuán cerca nos puso la Naturaleza, mejor dicho Dios, para que comprendas que el papel de Caín es malo, y hasta desairado.
Los amigos de las de Itualde lo defendían y ensalzaban, le atacaban los enemigos... Entre esos enemigos, sintiéndose desairado por la esquiva beldad, el más temible era Publio Esperoni. Publio Esperoni podía bien considerarse un mal sujeto.
Don Álvaro tuvo un poco de miedo, de aprensión de miedo. «Si este hombre, pensó, enamorado de la Regenta, desairado por ella, se volviera loco de repente al verme, creyéndome su rival y se echara sobre mí a puñetazo limpio aquí, a solas...». Mesía recordaba la escena del columpio en la huerta de Vegallana.
Mira; apartémonos: quiero evitar el encuentro de ese que se dirige hacia nosotros: me encuentra en la calle y nunca me saluda; pero en sociedad es otra cosa: como es tan desairado estar de pie, sin hablar con nadie, aquí me habla siempre. Soy su amigo para los momentos de fastidio: también en el Prado se me suele agregar cuando no ha encontrado ningún amigo más íntimo. Esa es la sociedad.
Palabra del Dia
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