Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 6 de junio de 2025


Esta selva virgen me desagradaba, porque desde niña he tenido un gusto innato por el orden. La propiedad se llamaba de Zarzal. Estaba como perdida en el fondo de la campaña, a media legua de una iglesia y de una aldehuela compuesta de una veintena de chozas. No había castillo, castillejo ni casa solariega en cinco leguas a la redonda. Vivíamos en completo aislamiento.

En tanto que esto sucedió en la posada, andaba el Asturiano comprando el asno donde los vendían; y aunque halló muchos, ninguno le satisfizo, puesto que un gitano anduvo muy solícito por encajalle uno que más caminaba por el azogue que le había echado en los oídos que por ligereza suya; pero lo que contentaba con el paso desagradaba con el cuerpo, que era muy pequeño, y no del grandor y talle que Lope quería, que le buscaba suficiente para llevarle a él por añadidura, ora fuesen vacíos o llenos los cántaros.

Evidentemente se proponía obtener de algo parecido a una protesta de conformidad con la elección que había hecho y convencerse de que su determinación, adoptada fuera del alcance de todo consejo de amigo, no me desagradaba.

Cierto que físicamente el apreciable chico le desagradaba; pero también es verdad que se iba acostumbrando a él, que sus defectos no le parecían ya tan grandes y que la gratitud iba ahondando mucho en su alma.

Pero, puesto que tenía que perderla sin remedio, hiciera lo que hiciera, y la herencia también, puesto que tenía que romper todo vínculo, menos el que lo desagradaba y le quitaba todo motivo para reformarse, no podía imaginar que le quedara, después de la confesión de su falta, otro porvenir más que enrolarse como voluntario.

Catalina Lefèvre, que se hallaba comiendo apresuradamente una lonja de jamón, y a quien, sin duda, aquella conversación desagradaba, se volvió con rapidez y contestó: Eso quiere decir que, si nosotros tuviéramos la religión de usted, los alemanes, los rusos y todos esos hombres rojos podían meterse por las puertas de nuestras casas. ¡Es curiosa esa religión de usted; , curiosa y conveniente para los bribones!

Al hablar usaba D. Casimiro de cierta solemnidad y pausa muy entonada; pero su voz era ronca y desapacible, asegurándose provenir esto en parte de que no le desagradaba el aguardiente, y más aún de que en su casa y despojado de las galas de novio ó de pretendiente amoroso, fumaba mucho tabaco negro.

Un rato estuvo estirándose, refregándose los ojos con las manazas, y escupiendo más hostias que palabras. «¿Onde está el judío ladrón que ha entrado sin mi premiso?, ¡hostia!, que le parto por la metá». El lenguaje de Segunda no desmerecía del de su hermano por la finura ni por lo escogido de las voces, lo que desagradaba extraordinariamente a Ido.

Hablando así se quitaba el sombrero, luego el abrigo, después el cuerpo, la falda, el polisón, y lo iba poniendo todo con orden en las butacas y sillas del aposento. Estaba rendida y no veía las santas horas de dar con sus fatigadas carnes en la cama. El esposo también iba soltando ropa. Aparentaba buen humor; pero la curiosidad de Jacinta le desagradaba ya.

Palabra del Dia

vorsado

Otros Mirando