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Actualizado: 25 de junio de 2025
La grandeza del corazón de vuesa merced ya está bien declarada: ningún bravo peleante, según a mí se me alcanza, está obligado a más que a desafiar a su enemigo y esperarle en campaña; y si el contrario no acude, en él se queda la infamia, y el esperante gana la corona del vencimiento.
Este protector ¿quién sería?... Huberto, sin duda, pues... ¿Pero le inspiraba bastante confianza?... ¿Con su auxilio podría desafiar peligros?... Unirse para gozar de la vida cuando se es joven y rico, poco significa.
Mírelos usted: son ligeros y finos como plumas. Para que no los tumbe el viento hay que plantar dos ó tres juntos, y forman un solo penacho. Habían llegado al fondo del parque, donde estaban los olivos más frondosos. Marchaban por senderos abiertos á través de altas masas de vegetación silvestre y olorosa que podía desafiar con su savia brava el ambiente marítimo cargado de sal.
En un puerto seguro, desde el cual podemos desafiar a los más tremendos huracanes respondió el Capitán. ¿Y qué isla es ésta? ¿Quién sabe? Yo mismo ignoro dónde nos encontramos, y por ahora no me preocupa el saberlo. ¡Pero es maravillosa, tío! exclamó Cornelio . Jamás he visto una isla semejante.
Además, cuando se incomodaba, y era muy a menudo, acostumbraba a desafiar al muchacho delincuente, y no sólo a él, sino también a toda la cátedra y al colegio entero lo mismo que hizo el Cid con el pueblo de Zamora. «¡Hombre, tendría gracia que uztede ze burlasen de mí!... Nada, zeñore, el que quiera reírze que lo diga francamente.
Aunque buenas ganas se le pasaban de desafiar a alguno de los del Camarote, comprendía que el único capaz de batirse era Gabino Maza. A éste le tenía una migajita de respeto, sobre todo desde que había oído decir al profesor que en los duelos era preciso tener mucho cuidado con los hombres violentos, aunque no supiesen esgrima.
Lo único que le consolaba era la fortaleza del templo, que llevaba largos siglos de vida y aún podría desafiar a los enemigos durante muchos más. Sólo quería ser jardinero, morir en el claustro alto, como sus abuelos, y dejar nuevos Luna que perpetuasen los servicios de la familia en la catedral. Su hijo mayor, Tomás, tenía doce años y le ayudaba en el cuidado del jardín.
Yo comprendí en seguida que no había ningún peligro repuso Huberto, tratando de justificarse, tenía tiempo de llamar, y no me creí obligado a ensuciarme las manos por un apresuramiento inútil. Es ridículo perder la cabeza por tan poca cosa. Pero contestó María Teresa en un tono de suave ironía, no me habría disgustado verlo desafiar por mí el peligro de tiznarse un poco las manos.
Aquella mujer, antes esclava sumisa, se atrevía á desafiar su cólera; luego estaba bien convencida de que no podía vivir sin ella. Devoró su enojo y se guardó en adelante de dirigirle ninguna burla mortificante. Sólo con muchas precauciones y mirándola siempre á la cara se autorizaba de vez en cuando algunas bromitas tímidas y cariñosas que más parecían caricias.
Presenta tus excusas en la forma más fría y ceremoniosa que sepas. ¿Es decir que te consideras suficientemente fuerte para desafiar la cólera de Miguel? me dijo con orgullosa sonrisa. Nada hay que yo no esté dispuesto a hacer por tu propia seguridad fue mi contestación. Poco después me separé de ella, no sin esfuerzo, y tomé el camino de la casa del general Estrakenz, sin consultar a Sarto.
Palabra del Dia
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