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Actualizado: 15 de junio de 2025


Mucho, muchísimo más podríamos decir respecto á M. Arago, el cual nos consta por fidedignas autoridades, que en el tiempo que residió en las islas, fué objeto de cuantas deferencias y atenciones se le pudieron ofrecer, á pesar de los escasos recursos de la localidad. ¡La ingratitud siempre frente al beneficio!

Por eso creo yo que no debía de ser verdad lo del vino..., ni lo que también se murmuraba sobre ciertos mocetones del pueblo, que, a más de parecérsele en figura como un huevo a otro, recibían de él frecuentísimos agasajos y deferencias, y le llamaban padrino sin haberlos sacado de pila. ¡Buen caso hacía don Recaredo de esas debilidades de la naturaleza!

Además, o era aprensión suya, o la marquesa de Montálvez no ponía tan buena cara a estas dos amigas como a otras que también la acompañaban a ratos; y por si el recelo era fundado, trataba de intimar lo menos que podía con ellas, y jamás hablaba a la marquesa de las confianzas y deferencias con que Leticia le distinguía.

Obedeció Lázaro, y, acercando otra butaca como la que ella ocupaba, dijo: Mucho agradezco a usted, duquesa, las deferencias con que me distingue: tan sinceramente le estoy reconocido por ellas, que aunque el deber y el sacerdocio no me lo impusieran, sentiría por Vds. verdadero cariño, profundo deseo de ser útil, verdaderamente útil, en esta casa, donde se me ha recibido con los brazos abiertos.

Dos, sin embargo, en vez de ocuparse en aquellas galanterías pasageras, discutían en la proa con un señor de edad, pero aun arrogante y bien derecho. Ambos debían ser muy conocidos y considerados á juzgar por ciertas deferencias que les mostraban los demás.

En cuanto a doña Juana, era madre, y además tonta, y además vanidosa. ¿Cómo no había de entusiasmarse con aquel joven que, sobre ser un personaje, la llenaba a ella y a toda su casta de incienso en los periódicos y de lisonjas en la conversación? ¿Cómo no pagarle con todo género de deferencias la popularidad que iba dando en Madrid a la familia Peñascales?

Di mejor tus caprichos... porque tienes ojeriza a ese pobre Enrique... a quien no puedes tragar. ¡Yo! ¡! como lo oyes. Apenas le hablas... apenas le haces caso. Te aseguro que necesita valor para pisar mi casa, después del recibimiento que le haces cuando entra en ella. Me acusas sin motivo; el sobrino de mi esposo tendrá siempre derecho a mis deferencias.

Palabra del Dia

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