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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Mientras ella gemía por la estrechez de la casa, por la orientación defectuosa de las habitaciones, todas al Norte, y la fealdad de los papeles chillones, Julieta estaba en su oficina oyendo en silencio las explicaciones de la empleada saliente, la señorita Beaudoin, solterona impenitente que se había puesto amablemente a su disposición, pero que no limitaba desgraciadamente sus buenos oficios a lo referente a los «Correos y Telégrafos» y añadía un curso variado de economía doméstica, de conveniencias mundanas y de moral de las familias, mas un compendio histórico y biográfico de Candore y sus habitantes, sin olvidar la presentación obligatoria de todos los que asomaban la nariz por la ventanilla, y Dios sabe qué desfile era aquél...
En el primer mes de esta nueva vida, un suceso extraordinario turbó su plácida tranquilidad. Llegó una carta, un pliego con membrete de un café del Borne y unos cuantos renglones de letra gruesa y defectuosa. Era Toni Clapés quien le escribía. Le deseaba muchas felicidades en su nueva existencia. En Palma todo continuaba lo mismo.
Pero he aquí que de uno de ellos sale una voz gritando: ¡Maripepa, que ahí viene Pacha! Oirlo aquélla y emprender rauda carrera, todo lo rauda que le consentía su pierna defectuosa y el peso que llevaba, fué todo uno. En efecto, una mujer de bastante más edad, aunque no tan fea, venía corriendo hacia ellos.
Los aplausos, que se dispensaban á las obras dramáticas eran, por necesidad, muy diversos de los de nuestros días, y más generales y cordiales; no provenían de distintas clases sociales, ni de las más elevadas, ni de las más bajas del estado, de los críticos ni de la ignorante muchedumbre, sino que el pueblo entero unánime las honraba y las aplaudía; entre los autores y los espectadores había una íntima y alternada correspondencia, que estimulaba á los primeros y elevaba á los segundos; un fuego vital, más libre y más enérgico, que excitaba y promovía todo progreso saludable, y que anulaba toda tendencia defectuosa, daba calor incesante á todo el arte dramático, alcanzando de esta suerte el teatro su carácter más sublime, esto es, el de ser una institución nacional, maestro y modelo del pueblo, copia y á la vez tipo más perfecto del espíritu nacional.
Pero el discípulo de Deusto temía aparecer vencido á los ojos de Pepita, é interrumpía al doctor con exclamaciones burlonas ó con gestos escandalizados. «Está loco: este hombre está loco.» Aprovechando una pausa de Aresti, colocó la objeción que tenía preparada. Criticar era fácil. Pero ya que el doctor encontraba tan defectuosa la moral cristiana, debía decir cuál era la suya.
Palabra del Dia
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