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Actualizado: 16 de julio de 2025


Sin duda que Dios, para ejercitar nuestra actividad mental y aguzar nuestro ingenio, ó para dar precio á nuestra fe, ha circundado de tinieblas los grandes problemas metafísicos; los ha envuelto en misterios, impenetrables á veces; pero en lo tocante á la moral, en lo que atañe al cumplimiento de nuestros deberes no hay misterio alguno: todo está claro como el agua.

Don Damián había hecho, es cierto, un gran caudal: esto es lo que veía toda la población de la comarca y lo que excitaba más y más en los jóvenes el deseo de emigrar; pero en lo que se fijaban muy pocos, si es que alguno pensó en ello, era en que don Damián se hizo rico á costa de veinte años de un trabajo constante; que en todo ese tiempo no dejó un sólo día, una sola hora, de ser hombre de bien, ni de cumplir, por consiguiente, con todos los deberes que se le imponían en las dificilísimas circunstancias por que atravesó.

Tengo observado que cuanta mayor es mi soledad y mi retraimiento del mundo, soy más piadosa y feliz. Pero no hay remedio; debo alejarme de aquí: debo volver a mis tareas ordinarias, a mis deberes, a mis incertidumbres.

Pero aún hay más: a todo esto ha añadido una ofensa cruel, que indica hasta qué punto tiene olvidados los más sagrados deberes filiales. Permítame Vd. que le haga una sola observación. Me consta que las relaciones de Vd. con Pepe no son tan cordiales como debieran... Yo le quiero con toda mi alma, y nada puedo creer de lo que Vd. me dice. Es preciso que yo le hable... Después, veremos.

Llegó después de almorzar; pero en vez de presentarse arrepentido por lo que había hecho, comenzó otra vez a solicitarme de un modo más feo, más asqueroso que antes. Entonces le hablé como debía, recordándole sus deberes y la confianza que había depositado en él. No hizo caso.

El sentimiento de protección, la conciencia de los deberes que tenía que llenar hacia su hermana, le hacía no pensar en mismo. Al contrario, cualquier atención de Aurelia le sorprendía, y la agradecía como si viniese de un niño. Ambas existencias se fueron compenetrando. Vivían modestamente. El cuarto les costaba veinte duros. No tenían más que una criada.

Nos será imposible partir en todo el mes, dijo el barón, pues hay mucho que preparar y tiempo tendréis de familiarizaros con vuestros deberes. Rubín, el paje de mi hija, está loco por seguirme, pero es aun más joven que vos, casi un niño, y vacilo en exponerlo á las penalidades de esta guerra en lejanos países.

Confieso que su belleza, su ingenio y sus talentos le dan un perfecto derecho á esperar de los que viven cerca de usted algo más que una fraternal amistad; pero mi situación en el mundo, los deberes de familia que me están impuestos, no me permitían ultrapasar esta medida para con usted sin faltar completamente á la probidad.

La víspera de San Pedro, por la noche, el Magistral recibió un B. L. M. del marqués de Vegallana invitándole a pasar el día siguiente, desde la hora en que le dejasen libre sus deberes de la catedral, en el Vivero en compañía de los dueños de la quinta y de sus actuales inquilinos los señores de Quintanar, más otros muchos buenos amigos.

El tío Manolo, sereno, majestuoso, semejante a un dios, se fue a descansar, meditando como Ulises la muerte de los pretendientes. Quizá juzgaba incompatible el cargo de tutor diligente con los deberes que impone el yugo matrimonial, y prefería sacrificar en provecho de su sobrino los placeres inefables con que la familia le brindaba.

Palabra del Dia

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