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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Y sin hacer caso de las protestas ni de las réplicas, Simoun bajó por la pequeña escalera que conduce al interior repitiendo con desprecio: ¡Vaya, vaya! El P. Sibyla estaba pálido; era la primera vez que á él, Vice Rector de la Universidad, se le atribuían tonterías; don Custodio estaba verde: en ninguna junta en que se había encontrado había visto adversario semejante. Aquello era demasiado.

De uno de estos escondites salió, al pasar el Provisor, como una perdiz levantada por los perros, el señor don Custodio el beneficiado, pálido el rostro, menos las mejillas encendidas con un tinte cárdeno. Sudaba como una pared húmeda. El Magistral miró al beneficiado sin sonreír, pinchándole con aquellas agujas que tenía entre la blanda crasitud de los ojos.

Si es una gloria veros vestidos de nuevo; si así debe ser; si ya lo . ¿Crees que no gozo yo mirándoos a ti y a don Custodio y al primo del ministro, tan buenos mozos, tan relucientes, tan lechuguinos con vuestro sombrero de teja cortito, abierto, felpudo...?, pues ya lo creo... si eso es una bendición de Dios; si así debe ser.... ¿Pero sabes quién es Rosendo?

¡Se las está echando de Monte-Cristo! observó una que se preciaba de literata. ¡O de proveedor de la Real Casa! añadió su adorador, celoso ya de Simoun. En el palco de nuestros estudiantes se habían quedado Pecson, Sandoval é Isagani. Tadeo se había ido para distraer á don Custodio dándole conversacion y hablándole de sus proyectos favoritos mientras Makaraig se entrevistaba con la Pepay.

Segundo informe de D. Custodio y Farias sobre el Puerto de San José.

Es menester que el espectáculo se prohiba, decía D. Custodio al salir; ¡es altamente impío é inmoral! ¡Sobre todo, porque no se sirve de espejos! añadió Ben Zayb. Mas, antes de dejar la sala quiso asegurarse por última vez, saltó la barrera, se acercó á la mesa y levantó el paño: nada, siempre nada.

Ben Zayb, la única cabeza pensante, no lo sabía: él no se dedicaba á aquella industria. ¡De caracolitos, hombre, de caracolitos! contestó el P. Camorra; no se necesita ser indio para saberlo, ¡basta tener ojos! ¡Justamente, de caracolitos! repetía don Custodio gesticulando con el dedo índice; y ¿usted sabe de dónde se sacan? La cabeza pensante tampoco lo sabía.

Dos días despues de los acontecimientos de la feria de Kiapò, estaba don Custodio trabajando como siempre, estudiando el espediente sin encontrar la dichosa solucion.

Pero continúe, continúe usted. Isagani no se desaminó; habló de la solucion que se iba á dar y concluyó espresando la confianza de la juventud en que él, el señor Pasta, intercedería en su favor en el caso de que don Custodio le consultase, como era de esperar. Isagani no se atrevió á decir que aconsejaría en vista de la mueca que hacía el abogado.

Don Custodio refiriéndose á su política ya no se contentaba con la palabra arte. Y al decir gobernar estendía la mano bajándola á la altura de un hombre de rodillas, encorvado.

Palabra del Dia

hociquea

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