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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Segundo informe de D. Custodio y Farias sobre el Puerto de San José.

Pero, señor Simoun, semejantes medidas pueden provocar disturbios, observó don Custodio, inquieto por el giro que tomaba el asunto. ¡Disturbios, ja ja! ¿Se rebeló acaso el pueblo egipcio alguna vez, se rebelaron los prisioneros judíos contra el piadoso Tito? ¡Hombre, le creía á V. más enterado en historia! ¡Está visto que aquel Simoun ó era muy presumido ó no tenía formas!

Don Custodio frotaba la yema del dedo pulgar contra las del índice y del medio. Algo de eso hay, algo de eso, creyó deber contestar Ben Zayb que, en su calidad de periodista, tenía que estar enterado de todo.

Palabras que dijo el señor Custodio por boca de Ben Zayb, periódico El Grito de la Integridad, artículo segundo, tontería ciento cincuenta y siete.» «¡Queridos hermanos en Jesucristo! «¡El mal sopla su impuro aliento sobre las verdes costas de la Frailandia, vulgo Archipiélago filipino!

Tenía los ojos cargados de una curiosidad maliciosa más irritada que satisfecha; se santiguó, como si quisiera comerse la señal de la cruz, y se recogió, sentada sobre los pies, a saborear los pormenores de la confesión, sin moverse del sitio, pegada al confesonario lleno todavía del calor y el olor de don Custodio.

Dio algunas vueltas solo, saludando a diestro y siniestro con la amabilidad de costumbre, por máquina, sin ver apenas a quien saludaba. Aquel Glocester y su don Custodio habrían tenido buen cuidado de hacer rodar la bola.... ¡Las cosas que dirían ya los enemigos! Pero ¿qué le importaba a él?

Pues si no hay bastante, que todos los pueblos, que los viejos, los jóvenes, los niños trabajen, en vez de los quince días obligatorios, tres, cuatro, cinco meses para el Estado, ¡con la obligacion ademas de llevar cada uno su comida y sus instrumentos! Don Custodio, espantado, volvió la cara para ver si cerca había algun indio que les pudiese oir.

Ninguno se atrevía á hacer coro á aquellas diatribas; don Custodio podía indisponerse con S. E. si quería, pero ni Ben Zayb, ni el P. Irene, ni el P. Salví, ni el ofendido P. Sibyla tenían confianza en la discrecion de los demás.

Desde el día en que la vista de todas las bellezas aunadas en aquella devota de Dios le habían apaciguado y convertido, un juez y un custodio velaban en su interior, lo defendían contra las ideas tristes, contra los propósitos indignos, contra las imágenes impuras.

¿Con que está arriba don Pompeyo? preguntó en la escalera don Custodio. ; no sale de casa estos días; mi padre me arroja a de su lado y clama por ese hereje chocho.... Don Pompeyo Guimarán oyó la voz del beneficiado y le sonó a cura. Se preparó a la defensa, y procuró tomar un continente digno de un libre-pensador convencido y prudentísimo.

Palabra del Dia

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