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En fin llegamos á la nacion Biesaie, donde estuvimos cuatro dias, y nos proveimos de lo que habiamos menester, sin atrevernos á llegar al pueblo, por ser tan pocos. En esta nacion está el rio Urquá, en que vimos culebras, llamadas en español Schebe Eyba Tuescha, de diez pasos de largo y cuatro palmo de ancho.

Me habían dicho que en esta parte del mundo todos los emigrantes cambian de oficio, como las culebras cambian de piel al modificarse el ambiente con el curso de las estaciones. Eso será verdad tratándose de los demás; ¡pero los que nacimos siervos de la pluma!...

Al hablar de las torturas del infierno, era imposible no traer á la memoria los admirables versos del Dante en el Canto XXV de su poema, en que describe el suplicio de los ladrones, pintando á las culebras, devorando á aquellos, cambiando de forma y transformándose recíproca y sucesivamente unos y otros, ya en culebras ya en hombres, oprimidos por los anillos de los reptiles.

El ejército que en otro tiempo creía destrozar al extranjero con dragones de papel de donde salían culebras de fuego, ¡sigue ahora la táctica prusiana y va armado con fusil de aguja! ¡Grave, muy grave!

Don Federico, ¿sabe usted otra que dice y que se cree como artículo de fe?, que las culebras no se mueren nunca. Pues ya se ve que las culebras no se mueren nunca repuso el pastor . Cuando ven que la muerte se les acerca, sueltan el pellejo y arrancan a correr. Con los años se hacen serpientes; entonces, poco a poco, van criando escamas y alas, hasta que se hacen dragones y se vuelan al desierto.

Allí vio él visiones hermosas y apacibles, y yo veré aquí, a lo que creo, sapos y culebras. ¡Desdichado de , y en qué han parado mis locuras y fantasías!

Apretó los puños y echó por aquella boca sapos y culebras, apartándose del balcón por no presenciar más tiempo un espectáculo que le enloquecía. Al volverse, su mirada se cruzó con la mirada del bruto de la imprenta, que inmóvil en medio de la sala, más feo, más horrible y siniestro que nunca, reclamaba las nefandas cuartillas. ¡Nada, nada, á rematar el artículo!

Espantado el matador de culebras qué podría ser aquella llave, miróla sacándomela del todo de la boca, y vio lo que era, porque en las guardas nada de la suya diferenciaba. Fué luego a proballa y con ella probó el maleficio. Debió de decir el cruel cazador: "El ratón y culebra, que me daban guerra y me comían mi hacienda, he hallado."

De la pared colgaba una grande y hermosa lámina detrás de cuyo cristal se veían dos trenzas negras de pelo, hermosísimas, enroscadas al modo de culebras, y entre ellas una cinta de seda con este letrero: ¡Hija mía! «¿De quién es ese pelopreguntó Jacinta vivamente, y la curiosidad le alivió por un instante el miedo.

Al pintar los sufrimientos que el pecado origina, abandonó el camino trillado de hablar de las penas materiales del infierno, y sólo describió los padecimientos espirituales, las congojas y las angustias que el alma siente cuando se ve privada por su culpa del amor del Creador; pero los pintó con tan sombríos colores y con tal fuerza de expresión, que aquel padecer infinito, aquella soledad profunda, aquel silencio y obscuridad causaron más efecto en la fantasía del concurso que el fuego y las culebras de costumbre.