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Actualizado: 2 de junio de 2025
Proseguimos en la conversación propia de picaros, y vinimos a dar, de una cosa en otra, en Flandes. Aquí fue ello, que empezó a suspirar y decir: "Más me cuestan a mí esos estados que al rey, porque ha catorce años que ando con un arbitrio que, si como es imposible, no lo fuera, ya estuviera todo sosegado." "¿Qué cosa puede ser le dije que, conviniendo tanto, sea imposible y no se puede hacer?"
Mi verdadero pensamiento voy a decírselo a usted; nuestra cristalería es única, porque de ella salen obras admirables; pero usted sabe mejor que nadie lo que nos cuestan las tentativas de arte, a causa de los numerosos ensayos que exigen. Antes de llegar a la meta, hacemos grandes desembolsos, que nos vemos obligados a reparar subiendo el precio de la venta.
Tranquilízate, que yo lo llevaré con paciencia, y casi casi principio ya a acostumbrarme... Me alegraré mucho de no tener que llamar a un oculista, pues estos, aunque curen, siempre cuestan un ojo de la cara».
Pues entre los ministerios de Guerra y Marina consumen más de la mitad del presupuesto. ¡Es decir que la administración, la justicia, la religión, los gastos que ocasionan nuestras relaciones con los demás países, las obras públicas y el fomento de todos los intereses materiales no cuestan tanto al contribuyente como esos caballeritos del pantalón encarnado!... Que las demás naciones de Europa tienen un ejército poderoso, bueno, ¿y qué?
No tienes una idea del número de criaturas que pasan diariamente por aquí, y a las que vendo, por diez francos, unos tarros de pomada que a nosotros nos cuestan cincuenta céntimos, comprendido el envase. ¡El temor de envejecer...! ¡Esto es terrible para las mujeres que no saben hacerse viejas...! ¡Bah...! ¡No hay sacerdote que haya oído las confesiones que yo escucho a diario en uno de estos compartimientos!
Pues sólo cuestan seis reales, y con ellas pueden visitarse las sacristías, el guardarropa, las capillas de don Álvaro de Luna y del cardenal Albornoz, y la Sala Capitular, con sus dos filas de retratos de arzobispos, que son una maravilla. ¿Quién no se rasca el bolsillo por ver tales portentos?
También Jacinto, querido doctor dijo tímidamente, Jacintito, mi hijo... ¿sabe? se ha dejado apretar en la máquina de la Bolsa; una desgracia, pero, ¿qué hacerle? Los hijos cuestan caro, doctor, y un padre, mientras vive, no puede dejar el biberón de la mano, así sean ellos hombres y gasten barba. ¡Hola! también Jacinto repitió el doctor, distraído.
Con los pocos tragos que gusté, tengo lo bastante para poder decir: conozco el mundo, señores, conozco sus delicias mentirosas, sus dulzuras y sus quebrantos; sé lo que cuestan los goces.
Tuvo que emigrar don Carlos, y Ana quedó en poder de doña Camila, que por imprudencia imperdonable de Ozores se vio disponiendo a su antojo de la mayor parte de las rentas de su amo, cada vez más flacas, pues las conspiraciones cuestan caras al que las paga.
Un mozo muy útil, ¿no es cierto?... Estos gringos de la Alemania sirven bien, saben muchas cosas y cuestan poco. Luego, ¡tan disciplinados! ¡tan humilditos!... Yo siento decírtelo, porque eres gabacho; pero os habéis echado malos enemigos. Son gente dura de pelar. Desnoyers contestaba con un gesto de indiferencia.
Palabra del Dia
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