United States or Mali ? Vote for the TOP Country of the Week !


Usaban simples petos de lana cuando todos los guerreros se cubrían de hierro; oponían la jabalina arrojadiza á la pesada lanza; saltaban como felinos sobre el caballero acorazado para clavarle su ancha espada por los intersticios de la armadura.

Ya se ponía pálida, ya se cubrían de púrpura sus mejillas. Hasta cuando exclamó D. Carlos recitando: "Pues¡qué! ¿te he dado en balde tanta prueba De amor?" vió ó imaginó ver D. Fadrique que los párpados de Doña Clara se contraían más de lo ordinario, como para recoger y ocultar indiscretas lágrimas, que ansiaban por brotar de los hermosos ojos.

Sabido es que bajo las arenas que artificiosamente cubrían el pavimento de la vía, el suelo estaba erizado de clavos y picos de hierro, de tal modo que la caballería iba tropezando y cayendo conforme entraba para no levantarse más.

Aquella Virgen solitaria, de mejillas y pies rosados, de ojos cándidos y piadosos, recibiendo como única adoración el triste chisporroteo de la lámpara, infundía en el alma tierna y amorosa devoción. El silencio era grande. Las sombras descendían del techo por intervalos y cubrían con tupido manto alternativamente el altar, el confesonario, la Virgen y el pavimento.

Por fin Clara se movió, pronunciando algunas voces mal articuladas. El joven pudo distinguir claramente: "¡Señora, por Dios!..." Después agitó una de sus manos como quien quiere retirar algo, y por fin abrió los ojos. Se apartó los cabellos que en desorden le cubrían la cara; tuvo un gran rato la mano ante los ojos, y la apartó después.

Estando en esta sesion, las gentes que cubrian los corredores dieron golpes por varias ocasiones á la puerta de la Sala Capitular, oyéndose los voces de que querian saber lo que se trataba: y uno de los Señores Comandantes, D. Martin Rodriguez, tuvo que salir á aquietarlas.

Al final Lili dio con su elegante cuerpo en medio de las zarzas que cubrían la boca de la cueva, y allí la mantita de que iba vestido fuele de grandísimo estorbo. El animal, viéndose imposibilitado de salir de entre la maleza, empezó a ladrar pidiendo socorro.

Vaya, vaya... Que sea por muchos años. Y al decir esto, paseaba por la habitación con sus zapatos de cura, que parecían querer escapársele a cada paso, acompañando sus movimientos con un monótono chac-chac. Tenía en sus piernas algo inexplicable que parecía repeler los lacios pantalones que las cubrían.

Precedieron ciento tres acémilas buenas y bien aderezadas de reposteros nuevos de lana; las seis que traían la recámara se cubrian con reposteros de terciopelo morado bordados de plata y oro con sus armas. Después comenzó á entrar la caballería de Córdoba, dellos de camino y dellos de rua.

Y, ¡luego los vestiditos que usaba!... Si eran lo más traidores: jamás cubrían las hermosas piernas tentadoras, calzadas, por lo general, con medias punzó. Esas piernas eran, para los adoradores de Rosita, como la miel para las moscas.