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Actualizado: 19 de junio de 2025


Entretanto, dijo éste a don Simón: Tiene usted que poner dos letras a aquella persona que saludó a su amigo de usted tres meses hace, y que es pariente de la cuñada de un amigo del regente. ¡Pero don Celso!... ¡Pero don Simón!... ¡Si ni siquiera cómo se llama! ¡Diablo! ¡Ni dónde reside! ¡Demonio!... Pero no importa. Antes al contrario, es mejor así. ¿Cómo que no importa? Lo dicho.

¿No quieres ir a acostarte, Juan? pregunta ella con gran seriedad. Pero su voz hace traición todavía a una leve risa que trata de reprimir. ¡Buenas noches, hermano! Espera, que subo contigo. Juan tiende la mano a su cuñada, que vuelve la cabeza para disimular su sonrisa. Martín le coge la lámpara y sube la escalera precediendo a su hermano.

La brigadiera, que no se recataba de nadie para hacer lo que se le antojaba, reprendió agriamente a Miguel en presencia suya, y entre otros insultos cometió la ligereza de llamarle mala casta. Oír esto y volverse loco tío Manolo, fue todo uno; por milagro no acabó allí mismo con su cuñada.

No se había atrevido nunca a hablar de esto a su cuñada, por temor de parecer excesivamente ambiciosa y atrevida.

Cada vez más triste y confuso, Mario se levantó al fin y se despidió fríamente. Godofredo le acompañó hasta la puerta de la escalera. Puedes creerme, Mario; me ha costado muchas lágrimas el obedecerle. Si no fuese por el cumplimiento de mi deber, jamás hubiera renunciado a la dicha de contraer matrimonio con tu cuñada.

D. Gregorio continuó: El terror que le inspiraba su marido, la vigilancia del argos con faldas que tenía en su cuñada y su propio arrepentimiento, hicieron que la Condesa no volviese a ver en secreto al Marqués. Este desechó de su alma, con el andar del tiempo, amor tan peligroso y ya imposible o casi imposible de satisfacer, y se distrajo con más fáciles amores.

En vano su cuñada, con una brevedad maligna, iba mencionando en el comedor los progresos de la invasión, indicados confusamente por los periódicos. Los alemanes estaban ya en la frontera. ¿Y qué? gritaba don Marcelo . Pronto encontrarán á quien hablar. Joffre les sale al paso.

7 Y si el hombre no quisiere tomar a su cuñada, irá entonces la cuñada suya a la puerta a los ancianos, y dirá: Mi cuñado no quiere suscitar nombre en Israel a su hermano; no quiere emparentar conmigo. 8 Entonces los ancianos de aquella ciudad lo harán venir, y hablarán con él; y si él se levantare, y dijere: No quiero tomarla,

Segunda empezó por presentarse todos los días en la tienda de la Concepción Jerónima, y armar un escándalo a su hermano y a su cuñada. «Que si eres esto, si eres lo otro...». Parece mentira; Villalonga y yo, que oíamos estos jollines desde el entresuelo, no hacíamos más que reírnos. ¡A qué degradación llega uno cuando se deja caer así!

Mientras que andaba don Braulio agitado, allá en el fondo de su alma, de tan varios afectos, de los cuales salía siempre por consecuencia, la precisión en que se creía de dar a su mujer y a su cuñada libertad completa para ir a casa de la Condesa y acompañarla a teatros y paseos, Beatriz, aprovechándose de dicha libertad, vino a ser casi tertuliana diaria de la San Teódulo, ora la siguiese sólo Inesita, ora la siguiese también su marido.

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