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Actualizado: 1 de mayo de 2025


Nunca dieron mayor razón de ni brillaron tanto estas prendas como durante la última, lenta y penosa enfermedad del mencionado rey, a quien asistió D. Cristóbal, desvelado y solícito, hasta el instante de su muerte.

A D. Juan de Austria, Bañuelos y Ochoa, me parece se les podrá continuar como hasta aquí se ha hecho, sin que tengan cosa fija. A D. Cristóbal Velázquez me parece se le podría reformar el vestido que hasta aquí se le ha dado algunas veces. A Cristóbal el ciego se le dará a disposición del Camarero Mayor o Sumiller, pero como el de Andresillo cuando se le hubiere de dar.

Coincidencia singular: los Duques de Medinaceli y de Medinasidonia dieron amparo á Cristóbal Colón; y rivalizando en cierto modo con la Corona, pretendían alistar por su cuenta naves con que se resolviera el problema del camino del Catay, y se asentara el cimiento de la preponderancia marítima de España.

Pero volvamos a nuestro asunto. La torre del fuerte de San Cristóbal se había derrumbado, y con ella las últimas esperanzas que abrigaba don Modesto de ver figurar su fuerte en la misma línea que Gibraltar, Brest, Cádiz, Dunquerque, Malta y Sebastopol.

Cristóbal de Virués. López Pinciano, sobre el drama español. Más duradera memoria dejaron algunos poetas de Valencia, que cultivaron la poesía dramática poco después de Juan de la Cueva. Valencia, que, juntamente con Sevilla, fué la ciudad más rica y populosa de la antigua España, estaba hacía tiempo en posesión de un teatro fijo, parecido al de Madrid, y llamado el corral de la Olivera.

Sus escritos eran dirigidos á dar consejos para conservar ó restituir la salud al cuerpo humano. En aquel mismo tiempo vivia Cristóbal Acosta, nacido en Africa é hijo de judíos espulsos de España , el cual despues de haber peregrinado muchos años por Asia, vino á la Península á cristianarse i se hizo vecino de la ciudad de Burgos.

Detenido por los fieles el fogoso animal, dejóse caer el elebronado jinete, y poniéndose de rodillas delante del comendador, gritó: ¡Confesión! ¡Confesión! ¡El mar se sale! Tan tremenda noticia se esparció por Lima con velocidad eléctrica, y la gente echó a correr en dirección al San Cristóbal y demás cerros vecinos. No hay pluma capaz de describir escena de desolación tan infinita.

Te voy á dar la lista completa de los hombres que con ella han hablado en estos dos meses: y nuestro camarada Gualtero de Pleyel, el padre Cristóbal, del priorato, el pajecillo Rubín y yo. ¿Sabes de algún otro? No por cierto, respondió Roger; y ambos apuestos jóvenes siguieron cabalgando en silencio hasta llegar al castillo.

Se cuenta que Gonzalo visitó un día a su anciana parienta doña Beatriz Enríquez, que había sido amiga del ya difunto almirante D. Cristóbal Colón, a quien retuvo largo tiempo en España a pesar de los desdenes de la Corte.

D. Cristóbal se la pidió al conde, con quien tenía extremada confianza, lo mismo que sus hijas, y éste se apresuró a ponerla a su disposición. En la iglesia de San Rafael se consumó de madrugada aquella venturosa alianza, prenda segura de paz entre el elemento civil y el militar.

Palabra del Dia

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