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Creedme, señora; yo ignoraba por completo su presencia en Orsdael. ¡Vamos, vamos!

Creedme, venid conmigo á saludar al príncipe y después buscaremos alojamiento y mesa; aunque tengo para que verá con pesar á tan buen servidor como vos trocar la mesa del príncipe por la de un figón. Pero ¿quién viene ahí? ¿No es ese caballero que nos saluda el señor Roberto Delvar? ¡Dios sea con vos, buen Roberto! Y aquí está también De Cheney. ¡Qué grato encuentro!

NARV. Grande; pero por su honor Y hacer a Arráez amistad Enfreno la voluntad Y doy la rienda al valor. ARDIN. Pues, señor, sabed que tiene Concertado de matalla. NARV. ¡Matalla! Ni osar miralla. ARDIN. Creedme que lo previene. NARV. Y ¿podré yo remedialla? ARDIN. Podrás, viniendo conmigo Esta noche de secreto.

Si sólo se tratara del conde mi señor... merecido lo tiene, pero vos... vos sois distinta cosa... y creedme, doña Catalina... cuando dos almas se casan no hay nada que las divorcie; búscanse, se juntan, se acarician, por más que los cuerpos que las aprisionan anden lejos... y la memoria... ¡bendiga Dios la memoria, consuelo de desterrados!... Tormento de mal nacidos... ¿Por mal nacida os tenéis?

; el refinado y tonto merci, quita á nuestros saludos ese aire de jovialidad y de buena fe, ese aire rudo y caballeresco, grave é hidalgo, que es quizá el carácter más notable, más original y más bello de nuestra raza. Jóvenes, creedme; no digais merci.

Dexando esto aparte, ámbos sois de orígen muy bastarda y reciente, y no podeis disputar conmigo. La nacion egipcia no pasa de ciento treinta y cinco mil años, y los Indios no se dan arriba de ochenta mil, miéntras que conservamos nosotros calendarios de quatro mil siglos. Creedme, y dexaos de desatinos, y os daré á cada uno una efigia muy hermosa de Oanes.

Y si me encierran, yo no respondo de nada; porque enemigos crueles tenéis vos, doña Clara; y vos, don Juan, aunque sólo hace tres días que estáis en la corte, no los tenéis menos. Creedme, que yo nunca hablo en balde, y pienso mucho en lo que digo antes de decirlo, y cuando pienso mucho, no me engaño.

Conque sus, y en vez de hacer procesos, señora, haced cofres, y mientras se pide licencia á sus majestades, el coche se apareje y huyamos, antes de que llegue el caso de que cuando queramos huir, no sea tiempo, y creedme y no disputemos, que allí tenéis entrambos los padres, y si vos dejáis de ser dama de la reina, doña Clara, seréis señora en vuestra casa; y á falta de la tercera compañía de la guardia española, tendréis vos allí, don Juan, los no menos bravos alabarderos de la guarda del virrey.

7 Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. 8 Le dice Felipe: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. 10 ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en ? 11 Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en ; de otra manera, creedme por las mismas obras.

Y creedme, señora mía, que tan no ha tardado la penitencia de mi culpa, que cuando en ello reflexionar pude, de se apoderó el miedo de las consecuencias de haberos ofendido, no de otra manera que si hubiera ofendido a Dios, que todo lo ve y lo sabe. Sed, pues, tan grande en la indulgencia y en el perdón, como veo que lo sois en el amor que me mostráis.