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Ninguno de los entrantes o salientes hacía caso del pobre Pulido, porque ya tenían costumbre de verle impávido en su guardia, tan insensible a la nieve como al calor sofocante, con su mano extendida, mal envuelto en raída capita de paño pardo, modulando sin cesar palabras tristes, que salían congeladas de sus labios.

Con todo, no es esta la razón que me induce a que el hermano Tiburcio te acompañe. Los caballeros que salen en busca de aventuras llevan siempre escuderos y no has de infringir esta ley o esta costumbre.

Hay una, en mi sentir, detestable costumbre, fundada en torcidos principios de Derecho internacional, que prevalece en todas las naciones cultas, y no lo negamos, también en España.

Como de costumbre, dejó que se repitiera muchas veces sin prestar atención; hasta que al fin abandonó, refunfuñando, su asiento. ¡Señora odiosa!... De seguro que no es nada que valga la pena... Alguna intriga de ésos para molestarme porque estoy con usted.

Más te valdría, Antoñita, venir a ayudarme que no escuchar sus falaces lisonjas. ¡Si acababa de entrar en este mismo instante! A haber sabido que me necesitabas habría venido mucho antes. ¡Calle! ¿Quién te ha hecho ese traje? ¿Quién, me lo ha de hacer? Yo misma. Ya sabes que lo tengo por costumbre. Y haces perfectamente: nunca te hará una modista un vestido semejante.

Un reclinatorio á los piés de un Cristo y una pequeña biblioteca hacían sospechar que era el aposento del sacerdote, cedido á su huésped, segun la costumbre filipina de ceder al forastero la mejor mesa, el mejor cuarto y la mejor cama de la casa.

Calló unos instantes el maestro de capilla, como si el nombre de su ídolo le impusiera religioso silencio. Luego continuó: Toda esta avalancha de arte pasó por la Iglesia, y ella, según su costumbre, fue apropiándose lo que era más de su gusto. En cada país tomó el culto católico la música más en arreglo con sus tradiciones.

No se levantarán sino á las once, á medio dia ó mas tarde, porque no se han acostado sino á las dos ó las tres de la mañana. Esa es la costumbre. Las puertas de las casas y tiendas se abren lentamente, si son de rango subalterno.

Pero usted se va a molestar... usted no tiene costumbre de ir a la Catedral a esa hora.... No importa, iré mañana, es un deber... y es para una satisfacción poder servir a usted, amiga mía....

Pronto tuve ocasión de arrepentirme de tal confianza. A eso de las diez, aunque ya era tarde para , se empeñó en dar una vuelta por casa de Anguita, y le acompañé no de buen grado. Estaba allí Daniel, más locuaz y alegre que de costumbre, conversando animadamente en un grupo de niñas.