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Actualizado: 3 de julio de 2025
Así como avanzaba el trasatlántico, parecían despegarse de las costas jardines enteros con vistosas construcciones; colinas que sustentaban cuarteles y fuertes; pedazos de roca lisa sobre cuyo lomo de elefante se redondeaban las cúpulas de una batería. Eran islas separadas de la tierra firme por estrechos canales.
En la lengüeta que une los dos ensanches que forman aquellas, se eleva la ciudad de Agaña, capital del Archipiélago de Marianas. Las costas de Guajan en su general perímetro, las constituyen, multiplicados arrecifes y bancos madrepóricos que se internan mar adentro desde rocas escarpadas donde nacen.
Manila se achica, se contrae, se confunde, y por último, al aclararse las costas de Cavite, solo una faja de bruma señala en el horizonte el lugar de partida.
En la Tierra del Fuego, que se compone de varias islas, el año de 1765, ó 1766, se perdió el navio llamado la Concepcion de Escurruchea, en las costas de una de ellas, cerca de 14 leguas de la boca del Estrecho.
Cuando la herramienta de piedra ahuecaba los troncos de los árboles y los brazos humanos se atrevían á tender el primer cuero ante las fuerzas atmosféricas, se poblaban rápidamente las costas. Los templos del interior se reconstruían en los promontorios, y apuntaban las ciudades marítimas, primeros núcleos de la civilización presente.
Ferragut recordó las flotas á vela de otros siglos, escoltadas por navíos de línea, siguiendo su rumbo á través de incesantes batallas; los remotos viajes de los galeones de las Indias, saliendo de Sevilla para llegar en rebaño á las costas del Nuevo Mundo. La doble fila de cascos negros con penachos de humo avanzaba mansamente en las jornadas de bonanza.
Felipe V quiso suprimir la Inquisición y acabar la guerra naval con las naciones musulmanas, que duraba mil años, despoblando las costas del Mediterráneo con el miedo a los piratas berberiscos y turcos. Pero los indígenas se revolvían contra toda reforma de los colonizadores, y el primer Borbón tuvo que desistir, viendo en peligro su corona.
No es posible figurarse lo que fué esa guerra hace cien ó doscientos años, cuando abundaban las ballenas, navegando por familias; cuando las tribus anfibias cubrían todas las costas. Llevábanse á cabo carnicerías inmensas, derramábase la sangre en abundancia, como no se había visto ni en las más grandes batallas.
Creo necesario hacerle saber que desde entonces decidimos suprimir todo Hombre-Montaña que apareciese en nuestras costas. Gillespie, á pesar de la tranquilidad con que estaba dispuesto á aceptar todos los episodios de su aventura, se estremeció al oir las últimas palabras. Entonces, ¿debo morir? preguntó con franca inquietud.
Confuso y turbado D. Lope rompió la nema, y vió que así decía el papel: "Lo que anoche mismo os negaba, hoy os lo suplica encarecidamente María. No sólo me quieren apartar de vos, sino de esta mi tierra querida de España, llevándome a esas costas de Africa.
Palabra del Dia
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