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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Yo te agradezco mucho lo que haces por mí; pero como te estimo no quiero verte con...». Quería decir con un estigma en la frente; pero ni conocía la palabra ni aunque la conociera la habría podido decir correctamente. «No quiero que te tomen el pelo por mí», fue lo que dijo, y se quedó tan fresca, esperando convencerle.
Se vistió lo más correctamente que supo, y después de verse en el espejo como un Lovelace que estudia arqueología en sus ratos de ocio, se fue a casa de doña Obdulia. Tal era el personaje que explicaba a dos señoras y a un caballero el mérito de un cuadro todo negro, en medio del cual se veía apenas una calavera de color de aceituna y el talón de un pie descarnado.
Pero todas tenían miedo de ser quemadas y no escribieron sus edades correctamente. Cada una se quitó muchos años. 25 La que tenía noventa, por ejemplo, escribió cincuenta; la de sesenta, treinta y cinco, etc. Recibió el picarón las nuevas cédulas y luego sacó las del día anterior. Había dicho que las había perdido pero no era verdad. Comparó las nuevas cédulas con las otras y dijo: 25
He visto un ladrón que a fuerza de leer se ha hecho un leguleyo ; tiene toda la exterioridad de un hombre de educación esmerada, se expresa correctamente y no deja traslucir en su trato que, diez años atrás, era un compadrito que escupía por el colmillo y se quebraba hasta barrer el suelo con la oreja. El pillo extranjero es el más abundante.
Había llegado pocos años hacía de Cuba, donde cargando primero cajas de azúcar y luego vendiéndolas se enriqueció. Vino hecho un beduino, sin noticia alguna de lo que pasaba en el mundo, sin saber saludar, ni proferir correctamente una docena de palabras, ni andar siquiera como los demás hombres. Los treinta años que permaneció detrás de un mostrador le habían entumecido las piernas.
Era un individuo correctamente vestido de negro, de levita perfectamente abrochada y sombrero de copa, y llevaba bajo el brazo un bastón, cuya contera reluciente brillaba con los primeros rayos de luna que comenzaba a alzarse sobre el atrio de San Miguel. En el suelo y ante él, estaba un pequeño paquete y al lado el cajón de la basura, perteneciente a la casa en cuyo umbral se había detenido.
Hay que decirlo en secreto, porque a Mario no le gustaba que se divulgase entre sus amigos. Era aficionado a la escultura. En modelos, vaciadores y utensilios se le iban lindamente los cuartos. Desde muy niño había mostrado afición al dibujo. Su padre, por complacerle, le puso maestro: llegó a dibujar muy correctamente. Luego emprendió la pintura, venciendo sin trabajo la resistencia de su padre.
Moreno se cuidó de abrochar los botones de la levita de Pirovani que estaban sueltos. Luego le subió el cuello, para que no se viese el blanco de su camisa. Torrebianca examinó por su parte á Canterac. Estaba correctamente abrochado como un militar, pero su padrino le subió también el cuello de la levita.
Desde las seis comenzaron á llegar las compañías y los escuadrones, que habían de participar de tan agradable fiesta. Todos venían en traje de guarnición, con guante blanco, y formados correctamente.
Al poco tiempo, el discípulo hablaba correctamente el español. Parecía haberlo aprendido con rapidez para burlarse mejor de su hidalgo maestro. El padre contribuía también á la educación del heredero de los Lubimoff con lo único que él podía enseñarle.
Palabra del Dia
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