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Actualizado: 13 de junio de 2025


Palideció el pianista al escucharla. ¡Oh, duquesa!... Temblaba y balbuceaba de emoción. ¡El tallando en el Sporting-Club, ante el público elegante de las noches de ópera, manejando miles de francos, con todas las miradas fijas en su persona... Era el coronamiento de una carrera: después de esto, morir.

Pero no le busquemos ni en la realidad presente de aquel pueblo, ni en la perspectiva de sus evoluciones inmediatas; y renunciemos a ver el tipo de una civilización ejemplar donde sólo existe un boceto tosco y enorme, que aún pasará necesariamente por muchas rectificaciones sucesivas, antes de adquirir la serena y firme actitud con que los pueblos que han alcanzado un perfecto desenvolvimiento de su genio presiden al glorioso coronamiento de su obra, como en el sueño del cóndor que Leconte de Lisle ha descrito con su soberbia majestad, terminando en olímpico sosiego la ascensión poderosa más arriba de la cumbre de la cordillera.

En el coronamiento de la torre, una tronera que había servido en otros tiempos para un pequeño cañón recortaba su tajadura sobre el azul del cielo. A un lado del promontorio, cortado a pico sobre el mar, descendía el terreno, cubriéndose de verde con arboledas bajas y frondosas, entre las cuales asomaba la mancha blanca de un exiguo caserío.

Es claro que en tiempos pasados la atmósfera en que podía elevarse el hombre-globo entre nosotros, era sumamente limitada: los que más se habían podido separar del suelo habían hecho consistir todo su esfuerzo en llegar a los escalones del trono, y si un hombre-globo llegaba a ser entonces Ministro, había hecho toda la ascensión que se podía de él esperar: uno solo conocieron nuestros físicos más experimentados que consiguió remontarse en aquella época hasta las más altas cornisas del coronamiento del real palacio; pero sea por falta de dirección una vez en el aire, sea por haber calculado mal la intensidad de su gas, una ráfaga violenta bastó para romper el globo, y el aire se lo llevó hasta caer todo agujereado a orillas del Tíber, donde yace todavía malparado: culpa acaso también de no haber hecho uso de su paracaídas, aunque, como dice muy bien don Simplicio de Bodilla, para caídas no hay como un globo roto.

Esto y el breve tupé acompañado de mechoncillos sobre las orejas estaban declarando a gritos que el remate y coronamiento de tan singular cabeza había de ser uno de aquellos ingentes morriones de base estrecha y anchísima tapa, visera menuda y carrilleras de cobre suspendidas a los lados de la placa frontal.

¡Qué dicha para los periquitos y las cotorras, que huyeron por las ventanas batiendo alegremente las alas! ...¡Vil metal! ...¡Es posible! ¡Diablo! ¡hermoso tiro! Ya ves, maestro Zeli..., la bala ha entrado por encima del coronamiento y ha salido por la tercera porta de estribor. ¡Pardiez! ¡Melia, haces maravillas!

Combate ruda pero severamente la teoría de Darwin sobre el origen de las especies, y demuestra con gran copia de datos y razones, que la humanidad no es el coronamiento del proceso animal, por más que rechace igualmente la procedencia de una sola pareja. Con este motivo, examina las contradicciones entre la Biblia y la ciencia, y expone clara y sucintamente el modo de resolverlas.

Era el momento de obrar. Allen corrió por la toldilla y vino al poco rato, deslizándose con nuestras sandalias de madera. Avanzamos por el techo de la toldilla sin hacer el menor ruido. De allí teníamos que saltar a la galería redonda del coronamiento de popa, adonde daban los balcones de la cámara del comandante. De aquélla era necesario descender a otro balcón corrido más bajo y menos saliente.

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