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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Por ello era odiado cordialmente de éstos en el fondo, aunque en la apariencia le bailasen el agua. Tenía, sin embargo, el instinto o buen sentido de no meterse con los que podían devolverle las bromas, y buscaba casi siempre como víctima de ellas a algún pobre muchacho que pacientemente las tolerase. Ahora, que nos cante unas granadinas dijo un pollo.
Tenía conocimiento de lo mucho que sufría, aunque no de los extremos vergonzosos á que Velázquez había llegado, y siempre que lo comprobaba por algún signo sentía un estremecimiento de dolor y de ira. Por su cruel proceder, más que por haberle arrebatado á su amante, odiaba cordialmente al majo. Despertó al fin Soledad.
Hacía lo posible por encontrar aquello natural, pero en sus ojos se pintaba tal sorpresa que la condesa reía a carcajadas. Y si nos encontramos en cualquier reunión o baile me hace su mijita de corte y baila conmigo un rigodón... Esto no impide que nos aborrezcamos cordialmente, ¿sabes? Pero la corrección ante todo, hija... ¿Lo ves? añadió volviendo la cabeza . El consabido ramito.
El rubicundo y jovial Colignon perseveraba fiel en el afecto a Belarmino, y el zapatero le correspondía cordialmente.
Así que hubo acabado esta operación, se volvió hacia Miguel un poco avergonzado; mas como éste le dijese que estaba muy bien y que había ganado bastante con aquel cambio, se puso en seguida de un humor excelente, abrazó a su primo cordialmente, le dio un puñado de tabacos habanos, y comenzó a charlar de cosas alegres.
¿No me das la mano? dice Martín en tono de amistoso reproche. Y, al tendérsela Juan vacilando, se la aprieta cordialmente... ¡Ah! ¡cuánto daño puede hacer un apretón de manos! El tumulto de la fiesta se extingue a lo lejos.
Después de la escena violenta que dio por resultado la salida de Gloria de su casa, Suárez me dio la enhorabuena cordialmente y mostró interés porque aquel estado de cosas durase lo menos posible y viniese la boda cuanto más antes.
Fui reconocido y aclamado cordialmente, y a pesar de mis temores y tristezas, me sonreí al notar la frialdad y altivez con que me recibió mi amada. Había oído ya que el Rey se proponía salir de Estrelsau para ir de caza. Siento que no podamos divertir a Vuestra Majestad lo suficiente para retenerle en la capital dijo golpeando ligeramente el suelo con el pie.
Al día siguiente, cuando aquel excelente caballero se despedia de mí en la estacion del ferrocarril, en Madrid, ofreciéndome cordialmente su amistad, vine á saber que habia viajado nada ménos que con don José María de Orense, marques de Albaida, grande de España de primera clase, y jefe del partido demócrata español, cosa que vale mucho mas que todas las grandezas de pergaminos.
Esto fue causa de un lento reflujo entre sus amigos y conocidos, que le habían recibido cordialmente a su vuelta del servicio. El movimiento no engendró aquí el calor sino el frío. Poco a poco fueron dejándole aislado, juzgando su sociedad peligrosa.
Palabra del Dia
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