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Actualizado: 18 de junio de 2025


A cuál por asirle de alguna parte segura, por estar todo tan manido le agarraba el corchete de las puras carnes y aun no hallaba de qué asir, según los tenía roídos la hambre. Otros iban dejando a los corchetes en las manos los pedazos de ropillas y gregüescos; al quitar la soga en que venían ensartados, se salían pegados los andrajos.

Pero héte aquí que al llegar nuestro Alcaide á la Reja grande, con lento paso y grave continente, muy penetrado de la seriedad de su cargo, fué súbitamente acometido por dos de los presos, quienes á viva fuerza le sujetaron apoderándose del manojo de llaves que tenía, sin que en auxilio del don Juan vinieran ni corchetes ni guardias.

Comenzóme a desatar y al punto el escribano clamó: «¡Resistencia!», y dos criados suyos, entre corchetes y ganapanes, pisaron las capas, deshiciéronse los cuellos, como lo suelen hacer para representar las puñadas que no ha habido, y pedían favor al Rey.

Y, al fin, nos acogimos a la Iglesia Mayor, donde nos amparamos del rigor de la justicia y dormimos lo necesario para espumar el vino que hervía en los cascos. Y vueltos ya en nuestro acuerdo, me espantaba yo de ver que hubiese perdido la justicia dos corchetes y huido el alguacil de un racimo de uvas, que entonces lo éramos nosotros.

Sus manos crispadas arrancaban los corchetes de su traje, o comprimían sus sienes, o se clavaban en los almohadones del sofá, arañándolos con furor.... Aunque tan inexperto, Julián comprendió lo que ocurría: el espasmo inevitable, la explosión del terror reprimido, el pago del alarde de valentía de la pobre Nucha.... ¡Filomena, Filomena!

Habló muy quedo y con lentitud cautelosa, como quien teme denunciar su verdadera cavilación. Dijo que el Canónigo acababa de referirle los pormenores del lance con los moriscos. Paréceme exclamó gravemente que te pudiste ahorrar tanto riesgo, tratándose de enemigos villanos, para los cuales con algunos corchetes bastaba.

Dejóla el alguacil en la cárcel y vino a casa, y halló en ella a todos mis compañeros y a con ellos. Traía media docena de corchetes, verdugos de a pie, y dio con todo el colegio buscón en la cárcel, adonde se vio en gran peligro la caballería. Libro Tercero: Capítulo IV: En que trata los sucesos de la cárcel, hasta salir la vieja azotada, los compañeros a la vergüenza y él en fiado.

Yo hice lo mismo, y limpiamos dos cuerpos de corchetes de sus malas ánimas al primer encuentro. El alguacil puso la justicia en sus pies, apeló por la calle arriba dando voces; no lo pudimos seguir, por haber cargado delantero. Y al fin nos acogimos a la iglesia Mayor, donde nos amparamos del rigor de la justicia, y dormimos lo necesario para espumar el vino que hervía en los cascos.

Pero éste, que debía estar en guardia, tiró de una daga é hirió mortalmente á Lorenzo Gómez, escribano que se hallaba presente, y luego azuzó á un perro mastín que tenía consigo, el cual era de tan fiera condición que, arrojándose sobre los corchetes, comenzó á dar dentelladas á unos y á otros, produciendo graves mordeduras á todos aquellos que habían intentado apoderarse de su amo.

Y al mismo tiempo que ellos iban llegando a la puerta de Carmona, atisbó el Cojuelo entrar por ella a caballo, con vara alta y los dos corchetes que sacó del infierno, a Cienllamas; y volviéndose a don Cleofás, le dijo: Aquel que entra por la puerta de Carmona es comisario de mis amos, que viene contra a Sevilla: menester es guardarnos.

Palabra del Dia

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