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Entre sus maravillas se distinguian el pabellon central, las fuentes y la mezquita. Sus paredes estaban cubiertas de oro y mármoles trasparentes de diversos colores: su techo de lo mismo, y pendia de su centro una perla de incomparable tamaño y valor que entre otros preciosos dones habia regalado á An-nasír el emperador Constantino Porfirogénito.

Ripamilán, casi oculto entre las faldas de doña Petronila, a quien llevaba enfrente, iba en sus glorias; no por su contacto con el Gran Constantino, sino por ir entre damas, bajo sombrillas, oliendo perfumes femeniles, y sintiendo el aliento de los abanicos; ¡salir al campo con señoras! ¡la bucólica cortesana, o poco menos!

Las beatas que servían de cuestores de palacio en el del Gran Constantino, las del cónclave, como las llamaba Ripamilán, esperaban con ansiedad mística y con una curiosidad maligna a la nueva compañera, que tanto prestigio traería con su juventud y su hermosura a la piadosa y complicada empresa de salvar el mundo en Jesús y por Jesús; pues nada menos que esto se proponían aquellas devotas de armas tomar, militantes como coraceros.

Pero hasta la época feliz en que, proclamado el cristianismo religion del Estado por Constantino, pudo el culto de la ley de gracia y de amor desplegarse libremente saliendo de sus lóbregas criptas y catacumbas, no hubo en realidad plan fijo y uniformidad en la construccion de los edificios religiosos.

Cuando Constantino, hijo del emperador Constancio, camina hacia Grecia para casarse allí con la princesa Irene, muere asesinado por unos ladrones, que lo reconocen después de perpetrado su delito, y huyen aterrados.

Por último, los griegos se sublevan contra este tirano insensato, encargan del mando á la desterrada Irene y se apoderan de Constantino, á quien su madre condena á perder la vista y á cárcel perpetua.

Fundada por Constantino Cloro al fin del siglo III, adquirió, despues de hacer muchos progresos en la edad média, el rango de ciudad libre imperial, del cual la privó el emperador Cárlos V, en castigo de su rebeldía religiosa ó la adopcion del protestantismo. Los monumentos y las calles antiguas de la ciudad no carecen de interes por algunos pormenores curiosos.

La de Páez no había ido, doña Petronila o sea El Gran Constantino, que no iba nunca, pero tenía abonadas a cuatro sobrinas, tampoco les había consentido asistir.

Figuráos la recepcion del enviado de Constantino al califa An-nasír. Al verse introducido el griego en el magnífico salon, no acierta á disimular su asombro: los de su comitiva le siguen deslumbrados y confusos al acercarse al poderoso sultan que llena con su noble magestad el trono.

Ana sintió fuego en el rostro, pero le pareció absurdo alarmarse. Los dos se habían levantado, y entonces entró doña Petronila, a quien dijo De Pas sin soltar la mano de la Regenta.... Señora mía, llega usted a tiempo; usted será testigo de que la oveja ofrece solemnemente al pastor no separarse jamás del redil que escoge.... El Gran Constantino besó la frente de Ana.