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Puede ser que la conservasen, como sin duda alguna conservaron la tribuna de Almanzor convertida en sacristía; mas habiendo sido despues dos veces reedificada, una bajo el imperio del gusto tudesco y otra bajo el funesto influjo del estilo de Churriguera, no permite hoy este doble disfraz apreciar ninguno de los lineamientos de la obra del rey sabio.

Sea como fuere, las mejillas de la pareja del coronel conservaron el rubor virginal y la timidez consiguiente hasta que ambos llegaron al término de su jornada.

Andrés acudió en auxilio de mis tías; hizo por ellas y por cuanto pudo; pero el fiel servidor no tenía mucho: un tendejón insignificante, y paremos de contar. Mis tías conservaron siempre en su pobreza su amada dignidad. Se privaron de cuanto les pareció superfluo, y nada superfluo había en aquella casa, y hasta de lo más necesario.

Hay más: si bien es cierto que no debe esperarse de ningún católico español del siglo XVI, que renuncie á las preocupaciones religiosas de sus contemporáneos, ni tampoco negarse que la literatura poética de los españoles adolece del sombrío fanatismo de la época, aparecen, sin embargo, en esta misma literatura numerosos rasgos aislados de la libertad de pensamiento, que conservaron los ingenios más eminentes.

Aunque ya desde esta época sólo aparecieron de tarde en tarde obras de esta especie, se conservaron muchas de las antiguas, como el Amadís de Gaula, el Palmerín de Inglaterra, El Caballero Febo, Olivante de Laura, Tirante el blanco, Florisel de Nicea, etc., leídos y apreciados por el público hasta fines del siglo XVII. Muchos escritores de una época posterior hablan de ellas de tal manera, que suponen necesariamente lo familiares que eran á los lectores; los dramáticos más importantes acudieron también á estas fuentes , y en general debe atribuirse al libro de Amadís indudable influjo en la afición á lo fantástico y maravilloso, que se observa en casi todos los poetas españoles.

CIRILO. ¡No...! Pero los soldados que pasaron en las primeras líneas los meses más rudos conservaron la rudeza de su precaria existencia. No saben hablar a las mujeres, y alguno hubiera podido agraviarla... LEONIE. ¡Bah! ¡Figúrate ...! ¡Precisamente en mi oficio...! CIRILO. Desconocía su oficio, como usted dice. Suponía que usted era el ama de gobierno de una señora anciana... su lectora...

Estos citados son los más notables cuadros de Juan del Castillo, y en los que pueden apreciarse por completo sus méritos y su estilo de pintura, debiendo citar aquí también otras obras como las siguientes, que conservaron varios particulares y elogió Amador de los Ríos en 1844 cuando dió á luz su libro Sevilla pintoresca.

Pues bien, señor cura, me muero de... amor. El reloj, las imágenes y los muebles conservaron su inmovilidad y el mismo cura no dio más que un salto pequeñito. Estaba seguro de ello dijo pasándose la mano por la cabellera blanca, que había reconquistado su revuelta actitud de los buenos tiempos, estaba seguro. Tu imaginación ha hecho de las suyas, Reina.

Segundo: una infinidad de canciones a la italiana, a cual más detestables. Tercero: un aire de taco, un gesto de ¿qué se me da a ?, una desenvoltura, un sans-faon, capaz de rallar las tripas a todos los habitantes de Villamar, cuyas desgraciadas orejas y más desgraciadas mandíbulas conservaron largo tiempo deplorables testimonios de aquellas nuevas adquisiciones.