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Actualizado: 27 de octubre de 2025
Cárlos V legó á Felipe II el encargo de consagrar la memoria de la batalla de San Quintín por medio de un monumento que, bajo la advocacion de San Lorenzo, sirviese de mausoleo á los restos del emperador-fraile que tanto conmoviera al mundo.
Permítame que le alumbre. Perdón... ¿debo esperar nuevas órdenes antes de consagrar al pago de los acreedores el precio de los dijes y joyas que tengo en mi poder? No, ciertamente. Espero, además, que de lo que resta, se cobre usted la justa remuneración de sus buenos oficios.
Lo aprovechó para la carrera de Fermín: el canónigo comprendió que debía mirar al estudiante como a cosa suya; si Paula le consagraba la vida a él, él debía consagrar sus cuidados y su dinero y su influencia al hijo de Paula. Además, el mozo le enamoraba también; era tan discreto, tan sagaz como su madre y más amable, más suave en el trato.
Los del primer dictador romano que fue proclamado dios, quedaron por esta sola circunstancia en condición superior a la de todos los demás ciudadanos romanos, y para evitar que el suyo quedara, como el de Cromwell, en el común. Napoleón se hizo ungir de potestad divina y consagrar por el papa.
Y ya no dudé, no: y al consagrar mi felicidad a Dios, me alcé fuerte y tranquilo, lleno de vida y de juventud y de esperanza.
Espera ser madre y se propone consagrar al hijo de sus entrañas toda la vehemencia afectiva de su corazón, sus pensamientos y la vida y el ser de su espíritu. Así pasa Lully el tiempo, y se consuela con estas ideas y con estos planes, hasta que llega el día del esperado parto. Lully está a punto de morir, y pare un niño muerto. El desengaño no puede ser más completo ni más terrible.
Apenas entrado en posesión de sus bienes, el conde creyó que nada podría hacer más agradable a la memoria de su infortunada hija que dedicar al fruto de su unión toda la ternura que antes había tenido para ella y consagrar sus derechos de heredera por una adopción solemne.
Nada pensó respecto a quién había de ser el pastor que recuperase la oveja así conquistada para el redil de Cristo; no soñó con vanagloriarse por tal triunfo, ni paró mientes en las promesas de la Condesa de Astorgüela. Sólo consideró la ocasión de consagrar a Dios un alma arrancada a las impurezas del mundo.
Ve, pues, al ermitaño, y le expone su deseo; pero el solemne silencio del desierto, y las fervientes exhortaciones del asceta, hacen en ella tal impresión, que determina renunciar también al mundo, y consagrar su vida á la devoción en la soledad. Este caminante es el Demonio, que prepara sus asechanzas contra los dos ermitaños.
Después de la reunión que acabo de describir, la guerra había estallado entre Buenos Aires y la Confederación, y aunque mi propósito no es consagrar muchas páginas a la política, necesito contar la parte que yo tomé en el entusiasmo guerrero de aquellos días.
Palabra del Dia
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