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Actualizado: 2 de junio de 2025


Le engañaba; era una mujer. ¡Pero cuál! ¡la suya! ¡la de su alma! ¡, , de su alma! Para eso la había querido. Pero las mujeres no entendían esto.... La más pura quería otra cosa». Y pasaban por su memoria mil horrores. La carnaza amontonada de muchos años de confesonario. La conciencia le recordó a Teresina. A Teresina pálida y sonriente que decía, dentro del cerebro: «¿Y ...?». «

Fray Ignacio la estima a usted tanto que no se cansa de elogiarla... y eso que no tiene la manga muy ancha, como usted sabe... A estas horas ya debe de estar en la sacristía el santo varón aguardando a la gente. ¡Qué salud tiene!... Parece que Dios lo hace... No come, no duerme, no descansa un momento... y, sin embargo, cada día está más fuerte y con más ánimo para servir a Dios... No cómo puede pasar tantas horas en el confesonario sin tomar alimento... Sólo el Señor puede darle fuerzas.

La catedral estaba sola. Allí dentro ya empezaba la noche. Ana esperaba sin aliento, resucita a acudir, la seña que la llamase a la celosía.... Pero el confesonario callaba. La mano no aparecía, ya no crujía la madera. Jesús de talla, con los labios pálidos entreabiertos y la mirada de cristal fija, parecía dominado por el espanto, como si esperase una escena trágica inminente.

Y en el confesonario no debe abusarse de ese análisis justo, pero en rigor, extraño al tribunal de la penitencia.... Y basta de argumentos; usted me ha entendido desde el primero perfectamente. Pero allá va el último, ahora que me acuerdo.

Tal vez porque sabía que el remedio de aquella separación estaba en sus manos. ¿No podía ella, el día tal vez próximo, en que necesitara consuelo espiritual, correr al confesonario y persuadir al confesor, a don Fermín, de que ella no era lo que él se figuraba?». Y acaso debía hacerlo cuanto antes. «¿Por qué había de estar pensando De Pas lo que no había?

Quedó más tranquilo desde que no tuvo en la habitación aquellos perversos enemigos de su salvación. Dejó por completo la lectura y entregose de nuevo a los deberes del confesonario, que tenía algo abandonados. Y procediendo con sus dudas de crítica histórica como los santos antiguos procedían con las tentaciones de la carne, comenzó a mortificarse despiadadamente.

El vicario se encogió de hombros y miró a Pepita con cierto susto, porque nada sabía, y le llamaba la atención la vehemencia con que ella se expresaba. Pepita prosiguió: Padre mío, yo no debí llamar a Vd., sino ir a la iglesia y hablar con Vd. en el confesonario, y allí confesar mis pecados.

Don Fermín quedó satisfecho del vestido, aunque no de que fuéramos al baile. El vestido, según pudo entrever acercando los ojos a la celosía del confesonario, era bastante subido, no dejaba ver más que un ángulo del pecho en que apenas cabía la cruz de brillantes, que Ana llevó también a la Iglesia para que se viera cómo hacía el conjunto.

Esperaba algo nuevo, algo más delicado, algo selecto». Sabía, por rumores, que el Arcipreste había aconsejado a la Regenta que acudiese a la capilla del Magistral, puesto que él se retiraba del confesonario. Pero don Cayetano nada le había dicho.

Lo peor del caso es que, ahora que lo reflexiono bien, me parece que alguna culpa tengo. No se ría usted de , por Dios, porque yo me estoy sorbiendo las lágrimas al mojar la pluma, y hasta ese borrón, que usted dispensará, es porque se me cayó una sobre el papel. Voy a contárselo a usted todo, como si estuviera en esa a sus pies en el confesonario. Se ha muerto la madre del Sr. de Artegui.

Palabra del Dia

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