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Actualizado: 5 de junio de 2025
Comprendía que era una humillación, pero no tenía fuerzas para resistir al anhelo de confesarse. Adolfo. ¿Qué hay? respondió éste sin apartar la vista del periódico. Dame la enhorabuena. Al pronunciar estas palabras se ruborizó. ¡Ah, sí! exclamó el otro alzando la cabeza y mirándole con sonrisa entre burlona y benévola.
No pudiendo servir a su rey con las armas, la vida de un noble debía ser levantarse temprano para oír misa, echar un vistazo a su hacienda, platicar un rato con el mayordomo, jugar al tresillo con los curas, dar luego con ellos un paseo, rezar el rosario, confesarse a menudo y dar constantemente ejemplo a los plebeyos de virtud y religiosidad, sin rozarse jamás con ellos.
Cosa es que nunca pudo averiguarse cómo dos lunfardos llegaron a conocer el tesoro de Cañete: el hecho es que se lo robaron de una manera ingeniosa. Una tarde, al toque de oraciones, llegó a la sacristía un individuo al parecer italiano, cohibido, tímido, cortado, y le dijo que un amigo suyo que estaba moribundo deseaba confesarse con él, que sabía era caritativo y generoso. No puedo salir ahora.
No hay culpa que el Señor no perdone por su intercesión... Vamos, déjese de lloros, que ahora va a confesarse y todo queda perdonado. Después de serenarse un poco la niña, siguieron marchando. Y llegaron a cierta plazuela no muy espaciosa, donde se alzaba la fachada parda y severa de una gran iglesia que no llamaba la atención por su esbeltez ni por otra cualidad buena o mala.
Las composiciones de Calderón, de esta clase, han sido muy famosas desde el principio, y merecen esa reputación bajo todos aspectos, aunque haya de confesarse que el círculo de motivos y de situaciones, en que se mueve, es más estrecho que el de Lope y el de Tirso; son en su especie lo más perfecto que posee el teatro español, pero adolecen también de cierta uniformidad.
En estas cavilaciones hubiera persistido largo tiempo Rafaela sin atreverse a despedir a Arturito, a no ser porque ella tenía a veces crisis extrañas en el corazón y en la mente. Religioso fervor la dominaba. Iba a confesarse o tenía largos y piadosos coloquios con el Padre García, su director espiritual.
Pero no se sorprendió al confesarse el secreto de aquella inclinación; sus impresiones anteriores le habían llevado de la mano hasta aquel punto, y las que le pasaron antes casi inadvertidas, le aparecían explicadas ahora.
Formóse rápidamente el proceso, con todos los requisitos de la ley inquisitorial; mas como Sumeño de Porras negábase en absoluto á confesarse autor de los crímenes que se le acusaban, fué sometido á cruel tortura en diversas ocasiones, pero, aunque nada dijo, túvosele por convicto y fué condenado á salir en auto público de fe y llevado luego al Prado de San Sebastián, en donde había de ser quemado vivo.
Palabra del Dia
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