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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Las razones en que mi tío fundaba la tenacidad de su empeño eran muy juiciosas, y me las iba enviando por el correo, escritas con mano torpe, pluma de ave, tinta rancia, letras gordas y anticuada ortografía, en papel de barbas comprado en el estanquillo del lugar.

Comieron, pero la joven creyó que estaban menos unidos después de la pérdida de este objeto, comprado el primer día de vida común. Lo miraba como un fetiche de su felicidad. También habían vendido sus ropas de invierno, aquel traje de gran gala adquirido en la calle de Toledo, que marcaba para Feli el momento más culminante de su bienestar.

De modo que á la hora en que le volvemos á encontrar, no cuenta un solo deseo que no haya visto satisfecho; es decir, se ha bebido, vaso á vaso, más de media cántara de agua de limón «fría como la nieve»; ha comido, de seis en seis, más de un ciento de merengues; ha convidado á cuantos paisanos y conocidos hallaba al paso; ha comprado una sinfonía en una tienda de alemanes, y ha oído una misa mayor en la Catedral.

Interrumpiole doña Guiomar, y con muestras de sobresalto le dijo: ¿Duende decís que tenía esta casa? Por ello estuvo muchos años deshabitada, respondió el señor Ginés de Sepúlveda; y si vos que, por ser forastera, no lo sabíais, no la hubiérades comprado y habitado, sin habitar estaría aún, y seguiría deshabitada por los siglos de los siglos amen.

Cuando el virrey conde de Castellar, que a la sazón contaba cuarenta y seis años, vino a Lima, trajo en su compañía, entre otros empleados que habían comprado sus cargos en la corte, a don Juan de Villegas.

¡Bah! dijo Grano de Sal , un poco más, un poco menos, es igual. Yo estoy bien contento de haber abandonado el oficio con lo que tengo y de haberme comprado un quechemarín para el cabotaje. Pero desde que no veo al pobre señor Kernok, parece que me falta algo. A propósito dijo el señor Durand , creo que se acerca la hora de la misa que hacemos decir en San Juan a ese pobre viejo.

Una vez aquí, subimos al coche que nos esperaba, y después de andar casi tres millas, bajamos delante de la espléndida mansión antigua que dos años antes había comprado Burton Blair, porque el paraje se prestaba admirablemente para las partidas de caza y para la pesca con caña.

Cuando hubieron sosegado un poco y se limpiaron las lágrimas y se sonaron estrepitosamente con un pañuelo de hierbas, Paco, que gozaba viéndolas tan alegres, les preguntó: Pero vamos, ¿cuándo lo habéis comprado, el Salvador, que yo no lo he visto hasta ahora? Estaba en el cuarto de Nuncia, mi alma; pero allí no estaba bien, porque tropezaba la cama en él, y lo hemos traído.

Sin embargo, no desdeño los libros, he comprado muchos, y con ellos me paso largas horas. Aun suelo leer versos de Lamartine... y... a la verdad... ¡como Lamartine no hay otro poeta para ! Aquí concluye esta novela sencilla y vulgar. «Angelina» se llama en memoria de la pobre niña que sacrificó por , con sublime heroismo, todas las ilusiones de su vida.

¡Luis XIV, Richelieu, Colbert, salud! Ignoro si vuestras cenizas me oyen; pero unos pobres extranjeros os saludan. ¿Qué podré decir de los museos que encierra este suntuoso palacio? No sabria por dónde empezar, tendria que trascribir los tres volúmenes que he comprado. Conténtese el lector con saber que aquí está toda la Francia histórica en lienzo y piedra.

Palabra del Dia

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