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Actualizado: 14 de septiembre de 2025
El último sentimiento que aun conservé un instante fue el de que Magdalena estaba en salvo, y me desplomé sobre el suelo. Allí mismo me recobré una o dos horas después, ya de noche, con el recuerdo incoherente de una escena espantosa. La campana anunciaba que la comida estaba pronta y hube de bajar. Me movía, tenía las piernas libres, pero me parecía como si hubiera recibido un golpe en la cabeza.
Es necesario que hagas matar algunos pollos para la comida y que pongas a refrescar el moselle. El primo Roberto ha llegado. ¡Ah! dije con mucha calma. ¿Dónde está? En el gabinete de tu padre conversando con él. ¿Y dónde está Marta? pregunté con una sonrisa. Ella me dirigió una mirada de censura como para reprocharme mi demasiada sagacidad; después dijo: Está con ellos.
Con el debido sigilo le revelé nuestro parentesco, de que ella se maravilló y holgó mucho. Luego charlamos los tres a cántaros. Con lo ameno de la conversación se nos olvidó tomar el té y llegó la hora de la comida.
5 asimismo la comida de su mesa, el asiento de sus siervos, el estado y vestidos de los que le servían, sus maestresalas, y sus holocaustos que sacrificaba en la Casa del SE
Cerciorose de que a Maximiliano se le había servido conforme a sus órdenes, y después de cambiar de ropa, dispuso su propia comida, que era de lo más frugal.
Lo único que me tenía avergonzado entonces era no saber comer con modales finos ni usar ordenadamente del tenedor y del cuchillo. La señora me aleccionaba, con afectuosa solicitud, y cuidando de no aumentar mi vergüenza. Al final de la comida, la señora confirmó su pragmática para siempre en adelante: «Queda, pues, entendido, Apolonio, que nunca, nunca, me hablarás en verso.
Al fin, Martín, lleno de lástima por el pobre diablo, lo hace entrar en el cuarto de los criados y dice a Gertrudis, que de tanto reír tiene los ojos llenos de lágrimas, que vaya a buscarle un traje viejo de trabajo. Al mediodía, durante la comida, los jóvenes cuentan a Martín la broma que tan bien les ha salido.
Sea que el detalle de etiqueta hubiese desagradado a cierto número de convidados, sea que hubiese en el aire uno de esos vagos presentimientos precursores de las grandes catástrofes, el principio de la comida fue silencioso y frío.
Ella no decía más que esto: «¡Hoy!, ¡hoy!». Ya de regreso el padrinito, lograron ambos, a fuerza de persuasiones y añadiendo a ellas algo de violencia, que Isidora se acostase. Relimpio preparó la comida.
Mire usted cómo está rosada, cómo brillan sus ojos... ¡Ah! que sea siempre feliz, ¡qué importa lo demás! Durante la comida, la animación fue grande.
Palabra del Dia
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