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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Así se explica aquel entrar y salir en los comercios, aquel reír por cualquier cosa, aquel encontrar gracia en cada frase de un hortera, en la diablura de un estudiante que mete la cabeza por un escaparate abierto. Todo es movimiento, risa, algazara. Ana creía ver en cada rostro la llama de la poesía.
Los balcones y ventanas de las casas, así como las puertas de los comercios, se hallaban perfectamente cerradas. Los curas, soldados y carceleros, después de pasear la vista por el ámbito de la calle, mirábanse unos a otros con acentuada expresión de asombro. El único objeto que hería la vista en medio de esta soledad era el carruaje miserable y fatídico que me esperaba.
Ciérranse los comercios y oficinas de todo género, ciérranse los establecimientos públicos, ciérrase todo, á excepción de los clubs y tabernas, donde desde cierta hora de la tarde se destapan las botellas y se abren los labios. Contrastes como los que he visto en Lóndres, no los ofrece pueblo alguno del mundo.
Era sin duda alguna la avenida exclusivamente aristocrática del pueblo; las viviendas eran pocas, presuntuosas y no interrumpidas por tiendas ni comercios. Allí se le juntó el coronel Roberto.
Sus calles principales son la Rua Dereta y la Rua d'Ouvidor: la primera de estas es ancha y despejada; en el centro está el edificio de la Bolsa: es calle muy concurrida y de bastante animacion; tiene buenos comercios y cafés, empieza en la plaza de Palacio y termina cerca de una iglesia cuyo nombre he olvidado.
En las inmediaciones no había otros comercios que joyerías, sucursales del Monte de Piedad y tiendas de sombreros para mujeres.
Dice el tío Isidoro intervino Clara que si esto sigue así van a tener que cerrarse los comercios y se concluirá la industria. ¡Y también se cerrarán las iglesias! recalcó Lola con más calor aún . ¡Malditos revoltosos! ¡A silbar, a silbar debió ir todo el mundo! ¡Psss! ¡Por Dios! suplicó Josefina . Estamos llamando la atención.... Luego dirán que nos metemos en política. Pues yo me meto... ¿y qué?
A paso lento y menudo, con el manguito de rica piel de nutria puesto delante de los ojos a guisa de pantalla, bajaba a tal hora y por tal calle una señora elegantemente vestida. Tras sí dejaba una estela perfumada que los tenderos plantados a la puerta de sus comercios aspiraban extasiados, siguiendo con la vista el foco de donde partían tan gratos efluvios.
¿No va V. de vez en cuando a San Sebastián? Casi nunca. Mi tía me lleva cuando hay que traer algún encargo; pero ida por vuelta. ¿Pues? Estaba cansada de andar de un sitio para otro... al teatro... al paseo... a los comercios... Me dolían mucho los pies. Decían que era porque no estaba acostumbrada. Me ha dicho su tía que ha estado V. educándose en un colegio...
El sol se había puesto, caía la tarde; paseaban por las calles galanes y soldados, haciendo señuelos a sus enamoradas; los menestrales dejaban sus trabajos, y se iban cerrando comercios y tiendas. En aquellos tiempos se trabajaba de día y se descansaba y se dormía de noche, salvos los rondadores y la gente maleante, que lo hacían al revés.
Palabra del Dia
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