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Actualizado: 14 de junio de 2025


Sin perder el menor de sus gestos, le hablaban de política, sacando a colación las cuestiones candentes del día: ¿Era cierto que el doctor Eneene renunciaba? Los diarios de oposición le vapuleaban de lo lindo por la concesión aquella consabida.

También vino a colación allí lo que ya empezaba yo a echar de menos en boca de la hermana de Neluco; la tesis a que tan acostumbrado me tenían las buenas gentes de aquellos valles: si me iba gustando la tierra de mis mayores; la diferencia que hallaría entre aquellas soledades y las grandezas y diversiones a que estaría avezado en Madrid... y, por último, la lástima que sería que no tomara al valle la buena ley que él se merecía; porque, muerto don Celso, que por muerto había que darle ya, Tablanca se quedaba sin padre y sin sombra de amparo. ¡Y si supiera yo bien lo que valía esa sombra en aquel pueblo, y lo que venían valiendo otras como ella desde tiempos muy remotos!

Una sonrisa de orgullo apuntó por debajo de su gesto implacable, como si confiara en que el espíritu inmortal de sus antepasados acababa, de presenciar aquel movimiento, que les iba dedicado como una ofrenda. Seguidamente, señalando la puerta, ordenó a los genoveses que se alejasen. Un instante después llegaba Pablillos con la humeante colación.

Cada pueblo del tránsito le parecía una estación de calvario para su estómago hambriento; recordaba las aldeas por lo que había comido, o mejor dicho, por lo que había ayunado; aquí habían dado por toda comida un caldo de berzas, allá por cena una colación de verduras cocidas; y para colmo de desdichas, estaba alojado en Estella en casa de unas viejas solteronas y por la mañana le daban chocolate con agua, por la tarde cocido, y de noche una sopa de ajo infame.

Era horrible el contraste de la fisonomía escuálida y de los rostros alegres. Era la reconvención y la culpa; aquélla, agria y severa; ésta, indiferente y descarada. Todos aquellos víveres han sido aquí traídos de distintas provincias para la colación cristiana de una capital. En una cena de ayuno se come una ciudad a las demás. ¡Las cinco!

Mientras que aquellas personalidades inofensivas, bien puestas a prueba ya, animaban el de aquel modo, las notas de un violín se acercaron bastante como para que se las oyera claramente. Entonces los jóvenes se miraron con expresión simpática en que se leía la impaciencia de que terminara la colación.

El viejo dios Baal saldría a colación, y además un sinnúmero de imágenes interesantes sobre la lucha del buque, que lleva una hoguera en sus entrañas, con el ímpetu de las frías olas: el conflicto entre el fuego y el agua...

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