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Actualizado: 12 de junio de 2025
Refiere Gomez Bravo haber visto en el claustro de la parroquia mozárabe de S. Sebastian de Toledo un epitáfio de un cristiano de Córdoba que huyó á dicha ciudad por estos tiempos, concebido de la manera siguiente: In nomine Domini Jesu-Christi Vir bonus, et gratus, Vicinus, merigeratus Dominicus Joannes
Estaba designado para el discurso de accion de gracias en el acto de la investidura, y ya se veía en medio del Paraninfo delante de todo el claustro, objeto de las miradas y atencion del público.
Todos los empleados que vivían en el claustro alto envidiaban su cargo, por ser el más productivo y por el favor de que gozaba cerca del arzobispo y los canónigos. El Azul consideraba el templo como de su propiedad, faltándole poco para arrojar de él a los que le inspiraban antipatía.
Por esto se limitaba a escucharle, cuidando de que en sus conversaciones no se deslizara una palabra que revelase su pasado. Sería el primero en pedir su expulsión de la catedral, y él deseaba vivir en ella desconocido y en silencio. Al encontrarse por las mañanas en el claustro los dos hombres, se abordaban con la misma pregunta: ¿Cómo va esa salud? Gabriel se mostraba optimista.
Este claustro en que estamos decía , ¿creen ustedes que lo edificaron para que sirviera de refugio a la gente seglar y humilde que hoy lo habita? No señor; la iglesia, aunque generosa, no hubiera levantado estas habitaciones, con sus patios interiores y sus columnitas, para los Varas de palo, el pertiguero, etc.
Lo que importa es vivir cristianamente, con la certeza de que la otra vida será mejor, ya que es obra de Dios y no de los hombres. ¡Arriba, vamos arriba! Y empujando cariñosamente al vagabundo, salieron del claustro por entre los mendigos, que habían seguido con mirada curiosa la entrevista sin poder escuchar una palabra. Atravesaron la calle, entrando en la escalera de la torre.
Al través de una ventana de la sala veía Gabriel el patio interior, que hacía apetecible aquella habitación entre todas las de las Claverías: un espacio de cielo libre, con los cuartos superiores sostenidos por cuatro filas de delgadas columnas de piedra, que daban al patio el aspecto de un pequeño claustro. Esteban volvió a reunirse con su hermano. Tú dirás lo que quieres almorzar.
Durante muchos años, desde que se retiró Fray Miguel al claustro hasta mucho después, el completo menosprecio del mundo, o sea del linaje humano en general y de su pueblo en particular, había estado en perfecta consonancia con el menosprecio de sí mismo que Fray Miguel sentía, de donde resultaba una tranquilidad fúnebre.
Tenía la escuela todo lo sombrío del convento, sin tener su claustro melancólico y su dulce paz.
Además, había muerto su madre, y las cartas de sus hermanos no le anunciaban otra variación en la vida soñolienta del claustro alto que el haberse casado el jardinero y andar en relaciones el Vara de palo con una muchacha de las Claverías, ya que era contrario a las buenas tradiciones aliarse con gente de fuera de la catedral. Vivió Luna más de un año en los acantonamientos de los emigrados.
Palabra del Dia
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