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Un matrimonio de la vecindad le dio albergue durante cinco semanas, mas esta caridad antes fue deseo de tener ayudante que propósito de favorecerle; pues cuando la mujer no le obligaba a subir del río un talego de ropa, superior a sus fuerzas, el marido, que era sillero, le ponía verde o morado hasta los hombros, forzándole a teñir espadañas en un patio que parecía cisterna.

Relevado por su regente de la obligación de trabajar, Rubín se fue al laboratorio, y tomando de debajo de la silla un librote, se puso a leer. Profundísima tristeza se revelaba en su rostro enjuto y granuloso. Caía en la lectura como en una cisterna; tan abstraído estaba y tan apartado de todo lo que no fuera el torbellino de letras en que nadaban sus ojos y con sus ojos su espíritu.

Habíase encargado D. Sancho de Leyva de hinchir la cisterna del fuerte, y dejóse de echar agua en ella estando llena no más que la mitad, y la cisterna que estaba dentro del castillo, que era pequeña, se hinchó con los forzados de dos galeras de Sicilia: había buen número de botas y tinajas para hinchirlas de agua, y no se hizo. El Duque.

16 Entonces [estos] tres valientes rompieron por el campamento de los filisteos, y sacaron agua de la cisterna de Belén, que [estaba] a la puerta; y tomaron, y la trajeron a David; mas él no la quiso beber, sino la derramó al SE

Tal es la leyenda conocida respecto del Blutfeld; y ciertamente, cuando se contempla aquel desfiladero, encajonado entre montañas como una enorme cisterna, sin más salida que un estrecho sendero, se comprende que los germanos no debían hallarse allí muy a gusto. Robin llegó al puerto entre las siete y las ocho, a la salida de la Luna.

Hecha esta carta y firmada de muchos, no la enviaron por parecer á algunos que tardaría en venir respuesta para sus disinios, que era rendir el fuerte, temiendo que los enemigos diesen asalto. Tratándose en la misma tienda que era bien ver el agua que había en la cisterna para gobernarse por ella, dijo Juan de Funes que en lo del agua no había que tratar, que no había para más de aquel día.

A la salida de la iglesia, mientras revelaba su esperanza con palabras entrecortadas, fue tanto el dolor, que casi se tendió en el suelo. El ermitaño la colocó en su silla y corrió después a la cisterna para traerla un vaso de agua.

Esta música le llegaba al alma. Parose un rato a oírla, y se le saltaron las lágrimas. Lo que sentía era como si su espíritu se asomara al brocal de la cisterna en que estaba encerrado, y desde allí divisara regiones desconocidas.

En toda la Guardia Blanca un solo soldado sabía leer y recuerdo que se cayó en una cisterna durante el asalto de Ventadour; lo que prueba que el leer y escribir no es para hombres de guerra, por mucho que le pueda servir á un amanuense.

¡Pues aunque lo diga San García Gómez no lo creo! replicó impertérrita la duquesa . Necesitaría yo verla en el coche de la Cisterna para comprender.