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Actualizado: 4 de junio de 2025
Le costó gran esfuerzo disimular el enojo; pasó un rato muy malo, pero los mimos y carantoñas de su Circe le endulzaron algo el pesar. ¿Vendrás pronto a verme? le decía, poniéndose archizalamera . Cuanto antes mejor. Yo no soy exigente; si tienes miedo a que lo sepan en tu casa, pasearemos por las afueras... y luego nos vendremos aquí a nuestro nido, como dos tortolitos.
Quiero y debo, no obstante, decir a Vd., ya que le escribo siempre como si estuviese de rodillas delante de Vd. a los pies del confesionario, una rápida impresión que he sentido dos o tres veces; algo que tal vez sea una alucinación o un delirio, pero que he notado. Ya he dicho a Vd. en otras cartas que los ojos de Pepita, verdes como los de Circe, tienen un mirar tranquilo y honestísimo.
Toma Calderón la fábula de Prometeo para argumento de un drama, y toman Fenelón y Lope el asunto de la Odisea para el Telémaco y la Circe, y nada hay más característico de su época que las obras de estos tres ingenios, ni nada más extraño al sentir, al pensar y al imaginar de Esquilo y de Homero.
Como por un vergel encantado que se representa en sueños, donde se hunde el pié de trecho en trecho, así discurre la imaginacion por la maravillosa y singular historia de estos tiempos. An-nasir, Al-hakem, Almanzor, poseen para los míseros mozárabes la magia de Circe: alucínanlos con el esplendor de su cultura, y cuando mas desprevenidos estan los aterran con sentencias de muerte.
Luego que hubo invertido la fabulosa cantidad en lazos, cosméticos, afeites y menjurjes, pidió más, exigiéndolo con tal imperio que don Quintín, de un lado sujeto al hechizo de su Circe, y de otro confiado en que tenía por banquero a don Juan, determinó ir a su casa y darle un fenomenal sablazo. Allí no fue Troya, pero fue la gallina de los huevos de oro.
Circe y Calipso huían buscando refugio y sin hallar en los mares espacio misterioso y esquivo y afortunadas islas donde erigir espléndidos palacios, socavar frescas grutas y plantar deleitosos jardines para recibir, agasajar y embriagar de amor a los héroes.
En época incierta, pero más tardía según la égloga Amarilis , perdió la razón, volviendo a recobrarla antes de su muerte. En 1624 aparece La Circe, obra poética en que Lope narra el conocido episodio de la Odisea, seguido de otros varios poemas y tres novelas cortas dedicadas a la señora Marcia Leonarda. Entre los poemas hay algunas epístolas de gran interés biográfico.
Apenas quedaron solos, el español se expresó con un tono bondadoso, señalando á la mujer que se alejaba apoyada en un brazo de Canterac. Tenga usted cuidado, Ricardo. Creo que esa Circe también desea someterlo á sus encantamientos. Watson, que siempre le había escuchado con deferencia, le miró ahora altivamente.
En una bella Epístola al doctor Matías de Porras, publicada después en La Circe, pintó bellamente Lope la felicidad de su vida doméstica. De tales sentimientos está impregnado el libro Los Pastores de Belén, especie de Arcadia a lo divino, que publicó a principios de 1612, tiernamente dirigido a su hijo Carlos.
Al encararse con Miguel de Zuheros, mirándole de frente, le hizo bajar los ojos deslumbrado por la viveza de aquel mirar y por la fuerza magnética de aquellos ojos verdes o glaucos como los de Minerva, Medea y Circe, y que podrían compararse a dos esmeraldas ardiendo en llamas.
Palabra del Dia
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