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Actualizado: 23 de julio de 2025


A la mañana siguiente, el periódico contenía íntegro el discurso del coronel Armando, en el que se leía que el sublime Webster, en cierta ocasión, había expresado sus pensamientos en un chino excelente pero del todo incomprensible. La rabia del coronel Armando no tuvo límites.

¡Los salvajes!... ¡Ah, !... Bebamos sciam-sciú. ¡Bebamos! Te van a comer, ¡estúpido!... ¡A bordo! ¡A bordo! ¡Miserables! El chino balanceó estúpidamente la cabeza y comenzó otra vez su baile alrededor de los barriles, acompañándose con cánticos. Van-Horn lo echó a rodar de un tremendo puntapié.

El Capitán, Hans y el chino habían esperado en vano en el bosquecillo de nueces moscadas la vuelta de los cazadores, que se habían alejado siguiendo al babirussa. Al principio no se inquietaron, creyendo que el animal los había llevado muy lejos; pero viendo que las horas pasaban sin que Cornelio ni Horn volvieran, comenzaron a recelar que les hubiera podido ocurrir alguna desgracia.

Dudaba Lady Clara de que en su precipitada huida hubiese dejado el dinero como él decía; pero, de cualquier manera que fuese, no tenía el derecho de poner en peligro la seguridad de este honrado chino, rehusándolo; así es que exclamó: Está bien, John. Me quedaré con él; pero has de volver a verme. Lady Clara titubeó.

Los traductores trabajan en los seis idiomas oficiales de la organización: inglés, español, francés, ruso, árabe y chino. También han intentado experimentos con la traducción automática en varias ocasiones, pero las traducciones obtenidas requerían un trabajo de revisión demasiado largo.

Alúdese a la famosa reforma de Tai-Tsoung, emperador chino, que hizo los mayores esfuerzos por desterrar de su nacion la filosofía atea, á que se mostraba tan apegada, y vivificarla con la doctrina evangélica.

Vamos, un servicio y le reduzco á siete los nueve mil pesos que me debe. Usted hace entrar por la aduana todo lo que quiere, cajones de lámparas, hierros, vagilla, cobre, pesos mejicanos; ¿usted suministra armas á los conventos? El chino afirmaba con la cabeza; pero él tenía que sobornar á muchos. ¡Mía dale tolo á los Pales!

De pronto, y al parecer por impulso espontáneo, el pañuelo comenzó a deslizarse poco a poco hacia la mano del chino. Desde la mano de Ah-Fe, siguió hacia dentro de su manga, lentamente y con un movimiento pausado, como el de la serpiente, y luego desapareció en alguno de los repliegues de su vestidura.

El Capitán y Cornelio, asomados al mar por la banda de proa, mientras que Hans y el chino atendían a la vela, examinaban con atención las aguas para no chocar contra cualquier escollera que subiese hasta la superficie y que indudablemente habría destrozado a la débil embarcación. Tenían el atol como a un cable de distancia delante de ellos.

De-Hinchú dije con gravedad, quisiera que para mi propia satisfacción me tradujeras aquella frase china que mi privilegiado compatriota, el divino Webster, pronunció públicamente en cierta solemne ocasión. Mirome el chino fijamente y sus negros ojos centellearon. Después contestó gravemente. Señor, Webster dice: Niño chino hacer yo muy tonto. Niño chino hacer mi muy enfermo.

Palabra del Dia

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