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Actualizado: 28 de junio de 2025


Era, además, alcalde perpetuo de su pueblo, y consejero nato de media docena de Municipios limítrofes, y estaba muy bien relacionado con gentonas de Madrid, que le debían favores semejantes al que estaba dispensando a don Simón. Llamábase don Celso Lépero, y era el autor de la carta que dejamos reproducida más atrás.

Asustados todos salieron á la calle y se precipitaron á ver lo que tanto ruido significaba. La puerta de la tía Basilisa estaba abierta y por ella vieron á la terrible vieja tratando de desasirse de su hija y de su yerno para arrojarse sobre el desgraciado Celso que tenía la guitarra metida en la cabeza hasta el cuello y forcejaba por arrancársela.

¡Vamos! ¡vamos! gritó con voz ronca. Y seguido de los dos mozos se lanzó, á la carrera. ¿Qué hay?... ¿qué sucede? gritaron varias voces. Celso, sin dejar de correr, volvió la cabeza y dijo: Demetria se ha caído á la mina por un pozo. Entonces de aquella muchedumbre salió un grito de dolor. Hombres, mujeres y niños, todos se lanzan detrás de los tres hombres, que les llevaban ya bastante delantera.

Era su costumbre comer en pie para mejor atender á las necesidades de los otros. Al dar comienzo á la cena llamaron á la puerta. Era Celso, el impetuoso guerrero de Canzana. Se le acogió con agrado. Todos amaban á aquel joven valiente y leal y le perdonaban de buen grado el corto apego que tenía á su tierra.

Después se sacaron algunas provisiones de boca que llevaba Chisco por encargo mío en un morral; dimos a Canelo una buena parte de ellas, y el resto nos le fuimos comiendo, andando a buen andar, a fin de llegar a Tablanca al mediodía, conforme se lo tenía yo ofrecido a mi tío Celso.

Bajáronle entre todos del caballo, y medio suspendido en el aire le llevaron al portal. El señor dijo don Celso continuando la interrumpida presentación a don Recaredo es nuestro candidato; persona ilustradísima y de gran arraigo, y se llama don Simón de los Peñascales.

No hubiera sido bien visto de don Celso que la requiriera allí de amores, suponiendo que la hubiera tolerado ella, y se consolaba con aquellas internas expansiones, tan poco disimuladas.

Todos tuvieron en mucho a don Celso y le fueron muy adictos, aunque le molestaron poco. Sin acabar de sentarse apenas estos personajes, apareció en la salona otro cuyo aspecto me sorprendió mucho.

Tales eran, pico más, pico menos, mis antecedentes personales cuando recibí la carta en que mi tío Celso me llamaba a su lado, y por tiempo indefinido, desde lo más recóndito y montaraz de la región cantábrica; y, sin embargo, no me causó la embajada impresión tan desagradable como pudiera presumirse tomando al pie de la letra lo dicho sobre mi modo de ser y de sentir.

En efecto repuso Lépero atajándole : no es el mismo regente a quien usted conoce, sino a la persona que más le domina. Repare usted, don Celso... Nada, nada, amigo don Jeromo continuó Lépero desentendiéndose de los escrúpulos del candidato... Y advierta usted que esto no va como favor, ni mucho menos.

Palabra del Dia

vorsado

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