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Actualizado: 4 de julio de 2025
Era Fortunata que, cuando iba tarde, llamaba con timidez y cautela, como si quisiera que hasta la campanilla comentase lo menos posible su tardío regreso al hogar doméstico. Papitos corrió a abrir, y doña Lupe fue a la cocina. Maxi habló con su mujer en un tono que indicaba la complacencia de verla, y se quejó suavemente de que no hubiese entrado antes.
Después de haber perdido de vista a los enemigos, continuamos la marcha hacia Bailén, si bien con mucha cautela, pues había la presunción de que los franceses, reforzados con gran número de tropas, caballos y artillería, se nos presentarían de nuevo en mitad del camino, sorprendiéndonos en nuestra triunfal carrera. Así fué, en efecto.
Un día presentóse al arzobispo, con cartas de recomendación, un caballero recién llegado en un navío que, con procedencia de Valparaíso, había dado fondo en el Callao; y bajo secreto de confesión le reveló que él era el ladrón de la celebérrima estaca, la cual había llevado con gran cautela a su hacienda de Chile, y que, no embargante la excomunión, la estaca se había aclimatado y convertidose en un famoso olivar.
Siguió avanzando por él cada vez con más cautela y apoyándose en la pared; subió después una escalera interior y entró en otro pasillo. En la mitad de él tropezó con un mueble, produciendo fuerte ruido. Detúvose, quedando inmóvil como una estatua. Sólo se escuchaba su respiración anhelante y comprimida. Después de un rato siguió marchando, y cruzó todavía otro pasillo más estrecho y más largo.
Claro; no estudia, no lee, no cultiva su espíritu y... Y la segunda... La segunda razón es la que más me hiere. El hombre... El ciprés. Bueno. El rey de los cipreses no puso cautela ni parsimonia en sus insinuaciones, porque creía... así me pareció a mí... que me hacía un honor ofreciéndome su amor. Y así es, hijita; se trata del rey nada menos, de Nuezvana I...
Pensó que ella se asustaría al verle entrar tan descompuesto, al sentir abrir la puerta. Por fin, con la mayor cautela, puso la llave en la cerradura, le dió vueltas y abrió muy quedo. Entró, volvió á cerrar y dió algunos pasos. Era ya tarde: la casa estaba obscura; no veía nada. Anduvo á tientas un rato. Al fin distinguió los objetos, y siguió por el pasillo.
El ingenio y el valor unidos triunfaron de todo: mal disfrazado á propósito y con poca cautela, despachó Martin Alonso á Córdoba un hombre avisando que viniesen sobre los moros la noche siguiente, y brindando á sus caballeros con una grande y fácil carnicería: salió bien la traza, porque el correo fué hecho prisionero, y temiendo por su declaracion el rey de Granada verse envuelto al otro dia por un ejército auxiliar, que en realidad no existia, resolvió apresuradamente aprovechar el tiempo que le quedaba para dar al lugar una embestida decisiva.
Baltasar enfriaba a ojos vistas: a cada paso mostraba más cautela, adoptaba mayores precauciones, descubría más su carácter previsor y el interés de esconder su trato con la muchacha como se oculta una enfermedad humillante. Mostrábase aún tierno y apasionado en las entrevistas; pero se negaba obstinadamente a acompañar a Amparo dos pasos más allá de la puerta.
Persuadido el capitan, no solo le dió 6, sino 50 españoles arcabuceros bien armados, encargándoles que fuesen con recato, cautela y solicitud, para librarse de los daños que podian causarles los indios que estaban á media legua de nosotros.
Si el trato de don Paco me agradaba y me divertía, jamás he pensado yo en casarme con él, y aquí viene bien que yo lamente otra locura mía, otra completísima falta de cautela en mi madre y en mí. ¿A qué fin recibir de tertulia todas las noches a don Paco, sola a veces y a veces en compañía de Antoñuelo, lo que casi es peor?
Palabra del Dia
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