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Actualizado: 21 de junio de 2025


Los pretendientes explotan el valimiento y la influencia de las señoras. Casi siempre son las faldas las que deciden quién se ha de sentar en los coros de las catedrales. Pues suponga usted, compañero, que yo tengo faldas, que soy una dama... ea. Pero si yo no lo he de decidir... Mire usted que si no me nombra mi canónigo, no me muero, y le estaré atormentando meses y meses.

A nuestras góticas catedrales y á nuestros moriscos palacios les encuentra el defecto de que al pié de sus muros se alce la albahaca silvestre y el agreste tomillo, circunstancias poco en consonancia con los monumentos franceses.

Aparte de los dos órdenes de capillas laterales, el cuerpo de la catedral tiene cuatro naves, tres de fondo y una trasversal para formar la gran cruz característica de las catedrales góticas.

Los pobres son ustedes, los de la Iglesia rancia y tradicional, los de la religión a la española, pues en esto hay modas, y los fieles se van con lo más reciente; pero ahí están los jesuítas, la manifestación más moderna del catolicismo, la «última novedad», que con su Corazón de Jesús y demás idolatrías a la francesa levantan palacios e iglesias en todas partes, desviando el dinero que antes iba a las catedrales y siendo la única demostración de la riqueza del país.

Vivía saturada del olor del incienso y respiraba el perfume especial de moho y hierro viejo de las catedrales, sin más horizonte que las ojivas de enfrente o el campanario, que aplastaba con su mole un pedazo del cielo que se veía desde el claustro alto. El compañero Luna creyó retroceder de golpe a la niñez.

En Granada apenas habeis admirado mas que el genio de los árabes: no habeis penetrado en el seno de ninguna de esas catedrales góticas en cuyas altas y oscuras bóvedas se pierden las miradas del hombre, ni atravesado el umbral de ninguna de esas capillas bizantinas creadas por la sombría imaginacion del sacerdote; no habeis recorrido en silencio ruinas de pueblos sepultados bajo sus escombros, no habeis encontrado monumentos donde os fuese licito evocar el espectro de esos temidos héroes del Imperio, cuyas figuras se destacan brillantemente sobre las nieblas de tan remotos siglos.

Iguales a las procesiones de vírgenes que desfilan en los tímpanos de las catedrales llevando como ofrenda entre ambas manos un cofre de reliquias, las vírgenes americanas de falda trabada, altos tacones y paso airoso iban de grupo en grupo regalando dulces: «¿Un bombón, señora? ¿Un chocolate, señor?...».

La galería, aunque muy estimable por su variedad y el mérito de muchos de sus cuadros, no contiene sino un corto número de obras maestras del arte nacional, pues las mejores se hallan en las iglesias y catedrales belgas y en los museos de Ambéres y Gante. El museo de historia natural es muy rico, muy bello y uno de los mejor acondicionados que he visitado en Europa.

Yo deploro que San Pedro en Roma y las catedrales de Burgos, de Toledo y de Sevilla en España, tengan que convertirse en ruinas para que no se rece en latín, que ya casi nadie entiende, y para que en aquellos antiguos y obscuros santuarios penetre de lleno la luz y venga a animarlos la vida.

Los jesuítas, con su astucia, adivinaron que había que dar al culto una atracción teatral, mezclar la liturgia con la opereta, y por eso sus iglesias, doradas, alfombradas y floridas como tocadores, se ven llenas, mientras las viejas catedrales suenan a hueco como tumbas.

Palabra del Dia

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